Musa camaleónica
 
Hace (42) meses
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De belleza exótica, talento camaleónico y personalidad imponente, Tilda Swinton ha dejado en claro que su destino en la industria siempre fue el de sobresalir.

Ya sea en cine, destacando en producciones como El precio del silencio (2001), Michael Clayton (2007) y Tenemos que hablar de Kevin (2011), o captando la atención del mundo de la moda (es una de las caras más importantes de Chanel y musa del diseñador francés Haider Ackermann), la británica no se cansa de sorprender
al orbe.

Katherine Matilda Swinton nació en Londres, Inglaterra; su madre, Judith Balfour, era australiana, mientras que su padre, sir John Swinton, fue un oficial de la armada nacido en Inglaterra, por lo que fue educada en un internado británico y escocés.

Su gusto por la actuación nació mientras estudiaba en la Universidad de Cambridge, donde participó en múltiples obras y trabajó una temporada en la compañía teatral Royal Shakespeare.

En 1985, comenzó una mancuerna profesional al lado del director experimental Derek Jarman, con quien trabajó durante nueve años en filmes como Caravaggio (1986), The last of England (1987) y The garden (1990), entre otras, hasta el fallecimiento de su amigo, en 1994, una pérdida que marcaría su carrera.

Con los años la actriz demostró estar más interesada por el cine autoral e independiente que por el comercial, trabajando en proyectos atípicos dentro de la pantalla en títulos como Female Perversions (1996), Love is the devil: study for a portrait of Francis Bacon (1998), Teknolust (2002), Young Adam (2003), Flores rotas (2005), El hombre de Londres (2007), entre otras.

Esa vena artística la ha llevado a colaborar con cineastas como Sally Potter, Luca Guadagnino, Danny Boyle, Spike Jonze, Jim Jarmusch, Béla Tarr, los hermanos Coen, David Fincher, entre un largo etcétera.

Su talento tan único terminó por captar inevitablemente la atención de Hollywood, quien la puso al frente de blockbusters como La playa (2000), junto a Leonardo DiCaprio; Constantine (2005), con Keanu Reeves, y Michael Clayton (2007), con George Clooney, cinta por la que consiguió su primer Óscar como Actriz de Reparto.

Su aspecto andrógino y capacidad camaleónica para mimetizarse con cada personaje, uno de los aspectos que más aman los críticos, la hacen una opción ideal para filmes de fantasía; comedias de época, distopias futuristas y hasta el horror más sui generis.

A sus 60 año y más activa que nunca, Swinton se ha convertido en sinónimo de calidad histriónica, otorgándole a sus producciones, un sello de calidad imposible de resistir.

Fernanda Palacios I Agencia Reforma

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