Bien dicen que se vale soñar; permítanme hacerlo por un momento en medio de la euforia por los acuerdos para reducir el calentamiento global, y la preocupación por el pronosticado aumento de millones de autos en todo el planeta.
Mi sueño es desaparecer de la circulación todos los automóviles de México (y si es posible, del mundo), o aplicar restricciones tan severas que nadie querría usarlos. Quitar de la circulación los autos particulares obligaría, por supuesto, a crear enormísimas redes de transporte público que recorran las ciudades de cabo a rabo para que todos podamos abordarlos de manera diaria.
Esta red tendría que funcionar como tal; como un entramado que permita hacer transbordos múltiples. También tendría que haber una frecuencia de paso tan grande y bien elaborada, que prácticamente hiciera usar el transporte público de la manera más sencilla. Autobuses, trolebuses o trenes ligeros serían tan cómodos y amigables para los usuarios, que personas de cualquier edad o condición los usarían con gusto. Los horarios serían muy amplios, e incluso tendría que haber líneas troncales con servicio las 24 horas.
El servicio sería sin pago al momento de abordar. No sería gratuito, sino que se cobraría por medio de un impuesto sobre el consumo. Cada unidad dejaría fuera de circulación a por lo menos 40 automóviles, pero nadie los extrañaría.
Y como tendría que haber alternativas de uso, se habilitaría también una enorme red de ciclovías con bicicletas eléctricas, cuyos usuarios podrían usar también sin costo. Cientos, miles de ellas. No desaparecería la contaminación, pero seguramente se reduciría enormemente.
¿Y el auto? Si se quiere tener uno, sería para viajar en carretera, nunca dentro de la ciudad. Y mantenerlo saldría carísimo. En fin, bien dicen que se vale soñar. Y soñar no cuesta nada.