El café que preparo yo por la mañana no sabe igual al café que prepara mi mujer.
¿Qué le pone ella que le sale tan sabroso? Néctar y ambrosía no, estoy seguro, porque los dioses tienen el monopolio de esos olímpicos manjares. Pero sospecho que a escondidas de mí le pone un poco de vainilla, una pizca de polvo de canela, algún licor de frutas o un chorrito del más fino rompope.
El caso es que el café que prepara ella sabe mejor que el que preparo yo. ¿Por qué?
Mi esposa sonríe cuando se lo pregunto, y me dice que le pone amor. Eso ha de ser. Con amor todo sabe diferente. Sabe diferente el café, y sabe diferente la comida.
También la vida sabe diferente con amor. Las penas saben diferentes con amor, y también las alegrías. En cambio sin amor todo sabe a nada.
Feliz el mortal que tiene amor en su vida. Eso lo hace inmortal.
Y feliz el que tiene amor en su café. Eso es mejor que el néctar y la ambrosía de los dioses.
¡Hasta mañana!…