Lo bailado nadie se lo quita
 
Hace (60) meses
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Después de tres días de tremenda pachanga y una empulcada de padre y muy señor mío, ahora viene la cruda y a prometer que no lo volverán hacer, aunque los buenos deseos solo duren un año.

Y es que, luego de la comilona para más de 10 mil personas que se ofreció en Santiago de Anaya con motivo de la muestra gastronómica, la pregunta obligada es: ¿Cuántos ejemplares de la flora y fauna de la región se necesitaron para alimentar a tantos visitantes?

¿Cuántos huevos de hormiga, cuántos tzincoyotes, cuántos tlacuaches, cuántas ardillas, cuántos zorrillos, cuántos conejos, cuántas flores de garambullo, cuántos gualumbos (por cierto, la comida favorita de los murciélagos), cuántas flores de palma se necesitaron para darles de comer a todos los asistentes a la muestra?

Lo cierto es que la tradición marca que, cada primer fin de semana de abril, en Santiago de Anaya se reúnan las mujeres, y ahora también los hombres, para mostrar el arte culinario de la región, y para cumplir con tal compromiso, desde días antes de la celebración , en el campo hay una gran cacería de los animales que se van a cocinar para este importante evento.

Son ya 39 años de la celebración y en esas ya casi cuatro décadas, con la euforia de haberse convertido en la muestra de comida exótica más importante del Valle del Mezquital y reconocida por la famosísima frase de “todo lo que corre, se arrastra o vuela, va directo a la cazuela”, pocos se han detenido a reflexionar sobre el daño al medio ambiente.

Por supuesto que no estamos en contra de la tradición, como decía mi madre, ni Dios lo quiera, pero de lo que sí estamos a favor es que las tradiciones, los usos y las costumbres no afecten al ecosistema, que mucho necesita de la preocupación real de todos.

Así que, más allá de la costumbre de comer todo lo que se encuentra en el campo que, dicho sea de paso, es muchísimo más sano que los alimentos procesados, pocos, pero bien pocos, se han preocupado por la flora y fauna que por siglos ha formado parte de la dieta de la gente del campo.

Hace algunos años se intentaron crear granjas en las que se pudieran criar animales de campo como tlacuache, tzincoyote, incluso víbora; sin embargo, poco o nada se sabe de esos proyectos que tenían como objetivo preservar la fauna y al mismo tiempo tener animales suficientes que fueran usados como ingredientes principales en esta muestra que año con año se posiciona en el gusto del público nacional e internacional.

Incluso se buscó mantener protegidas a las hormigas escamoleras, vigilando los nidos para que al extraer los huevecillos se provocara el menor daño.

Pero fueron esfuerzos aislados que solo unos cuantos realizaban, con el interés de cuidar y preservar los hormigueros y garantizar tener escamoles durante la temporada.

Pero no son solo los animales; tampoco se ve que haya siembra de más cactus o de palmas, y como la naturaleza es tan pródiga y sabia, con trabajos, pero sigue dando la flora necesaria para que las familias de esta zona tan marginada, sigan alimentándose.

Lo cierto es que hoy, a 39 años, la caza de animales y la recolección de flores y frutos para la celebración de la muestra hacen peligrar al ecosistema y no hay a quien le preocupe qué chingados pasará si estas especies se extinguen; total, lo bailado nadie se los quita.

Palabras más, palabras menos

Todo parece indicar que ahora sí habrá algún castigo para un diputado que, amparado en su fuero, no ha enfrentado a la justicia luego de haber ocasionado un accidente cuando conducía en estado de ebriedad y que le costó la vida a un joven que murió calcinado dentro de su auto mientas el legislador huía.

Esperemos que, ya sin fuero, a algún magistrado no se le ocurra concederle un amparo y nuevamente la impunidad sea lo que reine en este caso.

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