Fue la mala suerte

Imagen: Gerardo Ávila
 
Hace (100) meses
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La intolerancia y locura de un terrorista acabó con las ilusiones de un joven hidalguense que hace más de nueve años se fue a Estados Unidos para ganar algunos dólares y con ellos sacar adelante a su familia.
¿Fue la mala suerte, estar en el momento equivocado? O fue el resultado de lo que intenta ignorarse, la pobreza y la falta de oportunidades.
Juan salió como la mayoría de los muchachos, y ahora las jovencitas, de su pequeña comunidad ubicada en lo que aún sigue siendo el Valle del Mezquital.
Un camino de terracería fue el que Juan, con tan solo 15 años, recorrió para salir de Maxtha, comunidad de Huichapan, con tan sólo 800 habitantes.
Atrás dejó a doña Aurelia y don Enrique, sus amorosos padres, que lo vieron partir con lágrimas en los ojos, sin imaginar que sería la última vez que estarían frente a frente.
Juan nunca volvió a su casa. Sin embargo el estar lejos no lo desentendía de lo que consideraban sus responsabilidades.
Con sacrificios junto primero para arreglar la casa de sus padres, empezando por el piso.
Qué orgullosa estaba Aurelia de que su hijo le había quitado el piso de tierra y ya tenía un piso rústico, pero que mejoraba en mucho sus condiciones, sobre todo de higiene.
Luego, comentan sus hermanas, comenzó a ascender en su trabajo como intendente en hoteles y restaurantes de Orlando Florida.
Ya casi era jefe, platicaba Fidela, una de las hermanas que lo veía como un hijo, incluso, decía que ya estaba estudiando inglés porque Juan había decidido superarse y obtener un mejor puesto.
Mientras eso ocurría la madre de Juan soñaba con volverlo a ver y le pedía que le enviara una fotografía grande , porque ya no se conformaba con la que le había dejado hace ya casi 10 años, cuando se graduó de la secundaria.
Todos son recuerdos en la casa de la familia de Juan, recuerdos que se agolpan con las lágrimas por la tragedia de saber que él ya no volvería a bromear, a abrazar a su madre, a caminar junto a su padre a la parcela.
Juan al igual que otras 49 personas murió por el odio, la intolerancia y la locura de un hombre fanático de la sin razón.
Pero quizá lo más grave es que Juan murió lejos de su gente y de su pueblo al que la miseria y la falta de empleo lo expulsó para siempre.
Fidela la hermana madura, la que lleva la carga de los padres viejos y enfermos, de los hermanos que se quedaron, renegaba de que en las zonas marginadas cercanas al Pueblo Mágico poco hay para los chavos, por eso se van, por eso son solo 800 habitantes, por eso las calles de Maxtha lucen desiertas, por eso los caminos son polvosos.
La misma sin razón que tuvo el terrorista para descargar sus armas en contra de jóvenes que se divertían, es la que los obliga a sumarse a la comunidad de hidalguenses en el extranjero que luchan para rescatar a sus familias y se comprometen a ofrecer beneficios a un pueblo que curiosamente ni siquiera tiene un letrero en la carretera y al que para llegar hay que ir adivinando o preguntando.
Hoy la tragedia pone de manifiesto una vez más que son quienes menos tienen los que están a merced de la intolerancia.
Quién les puede explicar a unos padres afligidos que fue el terrorismo el responsable de que su hijo haya muerto.
Quién le responde a Fidela que fue el fanatismo y la locura lo que acabó con la vida de su hermano y no la indiferencia de quienes deberían preocuparse porque Hidalgo avanzara.
Dentro de unos días Juan cumpliría 26 años y su madre espera que el cuerpo de su hijo regrese para que pueda llevarle una flor a su tumba.

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