Doña Macalota entró en la alcoba conyugal y sorprendió a su coscolino esposo, don Chinguetas, en el preciso instante en que llevaba a cabo el republicano ayuntamiento carnal con una estupendísima morena. Antes de que la ofendida señora pudiera pronunciar palabra le dijo don Chinguetas: “Tú tienes tus ideas para mejorar nuestro matrimonio, y yo tengo las mías”. La letra K les comentó a las otras dos letras K: “¿Se han fijado que cuando vamos las tres juntas todo mundo nos ve con malos ojos?”. Himenia Camafría, madura señorita soltera, le contó a su amiguita Celiberia Sinvarón, también doncella, el apurado trance en que se vio la noche anterior: “Caminaba yo por un oscuro callejón cuando me salió al paso un asaltante. Me dijo que le entregara todo mi dinero, pues si no se lo daba me haría objeto de su concupiscencia pasional y su lascivia erótica”. “¡Qué barbaridad! -se consternó Celiberia-. Y tú ¿qué hiciste?”. Respondió la señorita Himenia: “Fingí que no traía dinero”. Otro logro importante ha conseguido en Nuevo León el gobierno que preside Jaime Rodríguez Calderón, el Bronco. A su decisión de llamar a cuentas a funcionarios de la administración pasada presuntamente culpables de diversos delitos se suma ahora el arreglo del desmadriate que dejó Rodrigo Medina en sus irregulares tratos con la empresa coreana Kia Motors. Los dirigentes de esta compañía se sometieron por fin -así debía ser- a lo determinado por la ley y renunciaron, aunque a regañadientes, a las indebidas ventajas que de manera ilícita habían conseguido de un gobierno débil interesado en salvar algo de su deteriorada imagen. Toca ahora a las autoridades correspondientes vigilar el desempeño de dicha empresa, sobre todo en lo relativo a la protección de la dignidad y derechos de sus trabajadores. He oído versiones que alarman, y aun indignan, acerca de la forma en que algunos directivos y capataces de la Kia tratan a los obreros mexicanos. Es bienvenida la inversión extranjera, pero a condición de que quienes llegan a nuestro país cumplan sus leyes y se apeguen a las normas vigentes en el ámbito de lo laboral. En México los operarios no son siervos o esclavos a quienes se puede maltratar físicamente o imponer condiciones inhumanas de trabajo a capricho de los empleadores. Tampoco llegan los coreanos a territorio conquistado, sino a un país que si bien es hospitalario con los extranjeros demanda de ellos respeto a sus formas de vida y acatamiento de las reglas que rigen la convivencia diaria. Necesitamos fuentes de empleo, es cierto, pero no al extremo de permitir que los trabajadores mexicanos sean sometidos a humillaciones y maltratos. En el caso de la Kia, como de todas las empresas nacionales y extranjeras, las autoridades del trabajo y las organizaciones sindicales deben ejercer una cuidadosa vigilancia a fin de evitar cualquier abuso. Capronio, sujeto ruin y desconsiderado, les comentó a sus amigos en el bar: “A pesar de todas las diferencias que me separan de mi suegra tengo con ella algo en común: a los dos nos habría gustado que su hija se hubiera casado con otro hombre”. Doña Panoplia de Altopedo, dama de sociedad, no maneja muy bien. La prueba de eso fue que cayó con su automóvil en la alberca de la casa. Fue a informarle lo sucedido a su esposo don Sinople, y le dijo: “Dejé encendidas las luces del coche, para que no tengas dificultad en encontrarlo”. Pimp y Nela, él gigoló, ella su pupila, fueron a vivir en un arrabal de la ciudad. A los pocos días le dijo Nela a su hombre: “El carnicero, el lechero y el abarrotero me agarraron ayer las pompas. ¿Harás algo al respecto?”. “Claro que sí -respondió Pimp-. Les pediré un descuento en sus mercancías; creo que nos lo merecemos”. FIN.