Desde hace 40 años, las bodas indígenas en la Huasteca están casi extintas, debido a que la mayoría de jóvenes trabajan en ciudades industriales y pierden las tradiciones, informó el profesor jubilado José Bautista Hernández, originario de la comunidad Cocohotla, en Atlapexco.
Mencionó que en años anteriores la pareja no se podía oponer al casorio, pues esa decisión correspondía a los padres de familia, además de que los cónyuges se veían hasta el día del casamiento; era común que las mujeres se matrimoniaran a los 12 años de edad, en tanto que algunas lo hacían a los ocho.
Agregó que, para pedir la mano de la novia, el hombre debía llevar un “topo” de aguardiente a sus futuros suegros para solicitar la aprobación; si los tutores aceptaban los términos para llevar a cabo la ceremonia, dijo, se guisaba un puerco, se llevaban flores, se coronaba a la familia de la mujer y ambas parentelas convivían para acordar la fecha del acto nupcial.
Bautista Hernández detalló que, luego de realizarse la boda, los esposos, así como sus familiares, se dirigían a la casa del varón, donde habían elaborado un arco, y en el trayecto hacían varias paradas para fumar e ingerir aguardiente; al llegar al hogar colocaban un petate (tapete elaborado de palma), en el que se sentaban para convivir.
Además, dijo que, en caso de que el matrimonio se faltara al respeto, como cometer infidelidad, la mujer era llevada a la presidencia municipal, donde servía por un mes como criada al alcalde; en el caso del hombre, como castigo, se le obligaba a acarrear piedras.
Francisco Bautista I Huejutla