Es hora de que la vida de los dolientes vuelva a la normalidad, señaló el obispo de la diócesis de Tula, Juan Pedro Juárez Meléndez, al celebrar la misa en conmemoración de los seis meses de la explosión de un ducto de Petróleos Mexicanos (Pemex) en la comunidad San Primitivo, Tlahuelilpan, que dejó 137 personas fallecidas.
El jerarca católico dijo en entrevista que la existencia, tras una tragedia, debe continuar y, aunque aseveró entender la situación de los afectados, agregó que estos no tienen que sumirse en la pena.
Por lo anterior, reiteró que el “mejor homenaje” que pueden hacer los familiares a los occisos es superar el duelo.
Juárez Meléndez mencionó que, desde el 19 de enero de este año hasta ayer, personal de la Dimensión de Fe y Compromiso Social del episcopado mexicano estuvo en Tlahuelilpan para acompañar a los pobladores afectados por la explosión.
Agregó que el objetivo de brindar ayuda emocional, psicológica y espiritual era conseguir que los sobrevivientes obtuvieran “pronta resignación”.
Además, comentó, del 16 al 28 de julio, profesionales de la salud de la universidad de Tlaxcala dieron terapia y acompañamiento a las familias que perdieron algún pariente en la deflagración.
“Durante la intervención de los expertos se logró atender a 51 familias, aunque solo 26 lograron concluir el curso de resiliencia”, explicó.
El sacerdote dijo que “gracias a Dios, a seis meses de lo ocurrido, se ha podido conseguir que, en su mayoría, (los deudos) continúen”, pero reconoció que una minoría sigue con problemas, sin precisar cuántos.
Miguel Ángel Martínez
Tlahuelilpan
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