Apenas la mañana iba agarrando color y una larga fila de carros comenzó a desfilar frente al puesto de periódicos de La Villita. La voz se había corrido y todos querían el Criterio, el Sol, el Milenio… bueno, todos, no vaya a ser que tengan distinta versión.
Los memes y el repiqueteo de teléfonos llegaron mucho más temprano que de costumbre a los comederos de políticos y burócratas instalados a lo largo del Valle de San Javier. En el club Olympia ya todos sabían en el vapor y también en la clínica del IMSS.
En un santiamén los gnósticos, adivinos, amigos de fuentes cercanas a Los Pinos o comadres de gente influyente de la Secretaría de Gobernación afirmaban con movimientos de búho sabio: “te lo dije”, “ya ves, era cierto lo que platicamos”, “cómo ves, mi adivina nunca me falla”, “si te digo, ese cuate está bien palanqueta en la Segob”.
Total, todos sabían que Omar Fayad Meneses era el candidato, pero nadie quería dar el primer paso, nadie metía las manos al fuego por él. Luego del trascendido de fuentes partidistas, “ahora sí, con mi amigo Omarcito hasta la gubernatura”, decía un goloso burócrata a sus acompañantes que desayunaban en el Parador.
Por la mañana, en el 98.1 de FM, en la radio gubernamental, mostraban resistencia, “no es oficial y será hasta mañana”, decía un comentarista. Sin embargo, esa afirmación fue acallada para muchos con el boletín emitido por el CEN que confirmaba lo publicado.
A mediodía los priístas parían a su nuevo líder, a su nuevo candidato con algo de dificultad, pero sin complicaciones, dijera el profesor Bonfilio Salazar, quien ha vivido destapes desde Quintín Rueda a la fecha.