A Bárbara Reyes le arrebataron la vida a los 17 años. Su papá le hizo una promesa: su caso no se perdería en el abismo de la impunidad mexicana.

El calvario del señor Alejandro empezó el 8 de agosto de 2011, cuando Barbie, como la llamaba de cariño, fue secuestrada en Cuautitlán Izcalli, Estado de México.

Ese día, los captores pidieron un millón de pesos para que la adolescente, que soñaba con ser modelo y arquitecta, regresara a su casa.

El teléfono dejó de sonar. Dos meses después, las autoridades encontraron su cuerpo, pero debido a ineficiencias, la familia lo supo 18 meses después.

 “Como al año y medio del evento, nosotros encontramos a mi pequeña ya sin vida en una fosa común oficial del Gobierno. Mi pequeña había sido localizada aproximadamente 30 días después del secuestro”, expuso el padre.

“El Ministerio Público que se supone debía estar encargado de verificar de quién era ese cuerpo sin vida y hacer todas las pruebas para identificarla y todo, pues no hizo nada, y tuvo el cuerpo de mi hija aproximadamente un año tres meses en la morgue, ahí en Cuautitlán.

“Si él nos hubiera avisado en cuanto hubiera identificado el cadáver, en cuanto tuviera los elementos, en cuanto tuviera el material genético para hacer la compulsa; en lugar de buscar nosotros año y medio a mi hija, hubiéramos buscado nada más 60 días”, lamentó.

 Cuando le fueron entregados los restos de su hija, recuerda, le hizo la promesa de no parar hasta encontrar justicia.

Desde entonces, con pesquisas propias y presionando a las autoridades, logró tres años después una orden de aprehensión contra el presunto responsable, pero el juicio duró otros cinco.

 “El juicio tardó cinco años, cinco años derivados principalmente por triquiñuelas judiciales, jurídicas, retrasos, pandemias… todo lo que puede suceder pasó, pero al final y agotando todos los cauces legales correspondientes, el juez determina a través de su criterio y todo, que el presunto responsable terminó siendo el responsable del secuestro”, celebró.

“No, no me detuve, ¿por qué? Porque fue mi promesa, y en mi casa se me educó a que a lo que yo me comprometía se tiene que cumplir, no importa qué fuera y más si era una promesa a mi hija. Si hubo días, muchos, que no teníamos ni las fuerzas ni el deseo de hacerlo, pero había que hacerlo. Barbie, tu papá está cumpliendo su promesa”.

Iris Mabel Velazquez Oronzor | Agencia Reforma

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