La desolación azota a la Ciudad de México. Las calles, despobladas de gente, han sido tomadas por cadáveres vivientes. Sólo algunos grupos han resistido a la invasión y se mueven entre ruinas, en un territorio que se antoja indómito y salvaje, como sus personajes.

Pero hay un orden. O un nuevo orden. Conformado año y medio después del primer brote del virus. Antonio Malpica lleva a la capital del país al límite en Apocalipsis Island México (Océano), el capítulo mexicano, aunque independiente, de la exitosa saga Apocalipsis Island, del español Vicente García.

Escribir sobre la Ciudad en esos términos es por puro cariño, expresa en entrevista Malpica. “Soy chilango de cuna y corazón, y creo que cualquier ejercicio narrativo donde la ciudad sea uno más de los protagonistas es una suerte de homenaje, así se le dé un trato infame”, señala.

“Pese a todo, creo que quien mejor puede salir librado de una novela como ésta es justamente la Ciudad. No importa cuánta sangre se derrame en la novela, igual terminará filtrándose por el pavimento hacia la tierra, y los edificios permanecerán intactos, listos para hacerle el caldo gordo a los arqueólogos del futuro”.

Malpica no se reconoce como un fan de los zombies, pero acepta haber caído en su encanto. ¿Qué tendrán ellos que resultan tan atractivos para la cultura popular?

Difícil pregunta, pero podría aventurar que tiene que ver con tres cosas: Uno, que el monstruo somos nosotros mismos, los humanos. Dos, que estamos completamente indefensos ante la zombificación original, es decir: usualmente los primeros monstruos son víctimas de algún contagio o algún experimento fallido, lo que vuelve al asunto casi una fatalidad del destino. Y tres, que el ataque suele ser en masa; los zombies no son asesinos solitarios como otros monstruos, lo cual acrecienta el terror y la fascinación por el mismo.

Llama la atención de la novela de Malpica, en comparación con otros títulos del género, que no sólo se mete en la sicología de personajes comunes y corrientes, o incluso atípicos, con gran habilidad de adaptación, sino también en la mente de los propios zombies, en el personaje de un comandante víctima de una dentellada.

“De hecho creo que sí es una transgresión al género, porque se supone que el zombie pierde total capacidad de raciocinio”, señala.