Desde la mañana de ayer, pese a la presencia de cientos de militares de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), marinos, policías federales y peritos de la Fiscalía General de la República (FGR) y de la procuraduría de Hidalgo, pobladores de la comunidad San Primitivo entraron a la zona del incendio, con el objetivo de informarse sobre sus familiares.
Bidones de 20 y 50 litros, restos de ropa, zapatos, cabello de mujer y el dedo de una persona yacían en el sitio acordonado por autoridades federales, luego del incendio en una toma clandestina en un ducto de Petróleos Mexicanos (Pemex) en Tlahuelilpan, que ocasionó hasta ayer la muerte de 76 individuos.
Durante las primeras horas del día, peritos en criminalística de la FGR ingresaron para recoger los restos mortuorios de al menos 49 cadáveres que estaban reducidos a cenizas.
Pobladores acudieron para obtener información; sin embargo, por su estado, los cuerpos no podían ser reconocidos.
Enfundados en overoles blancos, los especialistas introdujeron los restos en bolsas. Después estos fueron trasladados a las funerarias en Tula de Allende que utiliza el Servicio Médico Forense (Semefo) para integrar las carpetas de investigación.
Con el paso de los minutos, más consanguíneos de las víctimas se concentraron en el sitio. Puesto que no obtenían datos de las personas que buscaban, exigieron a las autoridades actuar con prontitud; incluso, evitaron la salida de algunas carrozas.
Después de media hora de diálogo con funcionarios federales y estatales, la gente permitió que el convoy con los cadáveres abandonara el lugar.
Horas después, pobladores brincaron la cinta de acordonamiento que marcaba la prohibición para acceder al área.
Más elementos del Ejército se presentaron e hicieron una valla alrededor del lugar para evitar el ingreso de civiles.
En medio de lágrimas, algunos lugareños reconocieron que esta tragedia pudo evitarse si sus familiares no hubieran ido para abastecerse de hidrocarburo en la fuga que
Jesús González I Tula