Este lugar no solo es un espacio de comercio, es un refugio espiritual donde cada rincón cuenta una historia
El mercado Sonorita de Pachuca se ha convertido en un refugio para quienes buscan consuelo en la figura enigmática de la Santa Muerte / Foto. Luis Godínez
En el número 333 de la avenida 8, en la colonia Nueva Hidalgo de Pachuca, se alza el Mercado Sonorita, un santuario donde el misticismo, el tabú y la fe en la llamada Santa Muerte convergen en un ambiente para muchos, singular y cautivador, mientras que para otros es sombrío y desconocido.
Este mercado no solo es un espacio de comercio, es un refugio espiritual donde cada rincón cuenta una historia y cada objeto tiene un significado profundo.
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Un ligero aroma a incienso envuelve el lugar, mientras los rezos de devotos se entrelazan con las figuras de la Muerte, que lucen en colores que van del blanco purificador al negro protector.
Estas imágenes, dispuestas en altares colmados de ofrendas, son guardianes silenciosos que velan por los visitantes.
Poco después del mediodía del miércoles 30 de octubre, Guillermo González, el encargado del mercado, compartió con el equipo de Criterio la historia de este místico lugar, al que ha dedicado 20 años de su vida.
Con 27 años de existencia, el Mercado Sonorita, conocido como la catedral de la Santa Muerte, ha sobrevivido a numerosos desafíos, incluyendo incendios y robos que han puesto a prueba la fe de sus devotos. Los fieles creyentes que acu den al Sonorita no solo buscan artículos esotéricos, sino también una conexión más profunda con lo inexplicable. Desde políticos, personajes de la farándula, hasta personas comunes, todos acuden en busca de amor, salud y trabajo, quienes traen consigo una ofrenda que refleje sus deseos y necesidades.
La popularidad del Sonorita crece especialmente durante el Día de Muertos, cuando sus altares se adornan con flores y ofrendas que complementan el ambiente con la música y jolgorio. Durante estas festividades, el mercado se transforma en un verdadero espectáculo de colores y emociones, donde la cultura y la espiritualidad se entrelazan en una celebración de vida y muerte.
Cada uno de los enredados pasillos del mercado revela una atmósfera única: veladoras que titilan suavemente, figuras de santos y demonios, amuletos y hierbas medicinales se entrelazan en un despliegue vibrante de colores, olores y energía.
Guillermo recuerda con nostalgia uno de los incendios que casi acaba con el mercado, un evento trágico que dejó una huella difícil de borrar en la historia del lugar; sin embargo, de ese siniestro, solo se salvó una icónica imagen de la Muerte, símbolo de la resiliencia y fortaleza del mercado y sus devotos, comentó.
A lo largo de los años, el mercado Sonorita ha crecido junto a la fe de sus creyentes, expandiéndose tanto en tamaño como en influencia a medida que la devoción a la Niña Blanca se fortalece.
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“Antes a la gente le daba pena venir, dejaban sus carros en otras esquinas, pero eso ha cambiado, ya creen más abiertamente”, comentó Guillermo. A pesar de este crecimiento, Guillermo reconoció que aún persiste un fuerte tabú en torno a la figura de la Muerte, a menudo aso ciada en la cultura popular con la delincuencia y actos ilícitos.
No obstante, él asegura que la fe de sus seguidores va mucho más allá de estos estigmas, pues para muchos representa protección, amor y esperanza, lejos de los estereotipos negativos que la rodean.
Además de su papel como santuario, el Sonorita ha evoluciona do en un centro esotérico que ofrece una variedad de productos, desde amuletos y veladoras hasta hierbas medicinales y artículos de santería.
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