Además de la aromática flor de cempasúchil, otro de los protagonistas de los altares del Día de Muertos y las mesas mexicanas es el pan, con su característica forma y sabor.

Harina, huevo, leche y mantequilla dan aquella suave textura a la masa, pero el peculiar sabor se logra con un poco de canela y esencia de azahar.

Así nos lo confío Luciano Hernández, maestro panadero originario de Atotonilco el Grande, quien deleita con las tradicionales crucibolas los paladares de los vecinos del fraccionamiento El Chacón.

Ya sea con azúcar o ajonjolí, los panes de muerto dan la dulce bienvenida a los seres queridos que, por un par de días, visitan a sus familias desde el más allá.

Luciano confía que esta temporada aumenten sus ventas, pues por la pandemia han caído 50 por ciento, aunado al incremento de los insumos; aún así —en apoyo a sus clientes—, sus panes no han bajado de calidad ni ha subido precios.

Además de la tradicional crucibola, en La Conchita también se ofrece gran variedad de pan dulce y francés.

Redacción I Pachuca