Cristina Fernández de Kirchner: el fin de un polémico gobierno
 
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La presidenta de Argentina, Cristina Fernández, termina ocho años de un gobierno que quedará marcado por el avance de políticas sociales, escándalos de corrupción y la personalidad combativa de una líder que se va amada por unos y odiada por otros.

La abogada de 62 años de edad se despedirá del cargo que comenzó a ocupar el 10 de diciembre de 2007, después de ganar las elecciones con 45 por ciento de los votos, caudal que, cuatro años más tarde, aumentaría y le permitiría la reelección con 54 por ciento.

El jueves, en realidad, terminarán los 12 años, seis meses y 15 días de gobiernos kirchneristas que protagonizaron ella y su fallecido esposo y antecesor, Néstor Kirchner, quien llegó a la Presidencia el 25 de mayo de 2003.

Ambos ejercieron un poder concentrado, sin reuniones de gabinete y poco espacio para la negociación, sin asomo de diplomacia, fiel al estilo que armaron desde que en la década de 1980 comenzaron a construir sus exitosas carreras políticas en la patagónica provincia de Santa Cruz.

La presidenta logró instalar en algunos sectores la idea de que durante el kirchnerismo Argentina vivió “la década ganada”, gracias a la aplicación de programas sociales que beneficiaron a clases bajas y medias, la renegociación de la deuda externa y el pago total al Fondo Monetario Internacional.

El kirchnerismo también será recordado por la renovación de la desprestigiada Corte Suprema de Justicia y la alianza regional que impulsó junto con el Brasil de Luiz Inacio Lula da Silva, y la Venezuela de Hugo Chávez.

Una de sus principales y más importantes herencias será la conversión de los derechos humanos en una política de Estado, lo que permitió la reactivación de juicios y condenas en contra de centenares de genocidas que cometieron crímenes de lesa humanidad durante la última dictadura militar (1976-1983).

En las postales de la historia kirchnerista destaca la Cumbre de las Américas que se realizó en Mar del Plata en 2005, y en la que Kirchner, Lula y Chávez rechazaron el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA) frente al presidente de Estados Unidos, George W. Bush.

El kirchnerismo apoyó la ciencia y la tecnología y apostó por la recuperación del papel del Estado contra las privatizaciones de la neoliberal década del 90 al reestatizar Aerolíneas Argentinas y Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), entre otras empresas.

Otra de las grandes apuestas fue la reestatización del sistema de pensiones y jubilaciones, lo que permitió políticas que aumentaron el monto de estos beneficios que hoy llegan a 95 por ciento de los adultos mayores de 65 años, una de las tasas más altas del mundo.

El gobierno impulsó la llamada Ley de Medios para combatir en particular la concentración del Grupo Clarín, el multimedios más importante del país que en 2008 pasó de aliado a opositor del kirchnerismo y que ganó la pelea, porque gracias a una serie de amparos judiciales nunca tuvo que cumplir la nueva norma.

La aprobación del matrimonio entre personas del mismo sexo abrió la puerta a otras iniciativas como la ley de identidad de género que transformaron a Argentina en el país con las leyes más avanzadas en materia de diversidad sexual de América Latina.

Juntas, estas medidas enamoraron a un sector de la población que recuperó la confianza en la política, que considera que vivió los mejores 12 años de su vida y que hoy llora la partida de “Cristina”, como llaman con confianza a una presidenta que tuvo que enfrentar la muerte de su esposo.

Kirchner falleció el 27 de octubre de 2010, cuando estaba inmerso en la precampaña para volver a la Presidencia al año siguiente, y su muerte dejó al descubierto un alud de militancia juvenil que se convirtió en un bastión para la presidenta viuda en los años siguientes.

Mientras algunos enfrentan la tristeza por la despedida del kirchnerismo, otros celebran el fin de un gobierno que intervino el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos y que nunca quiso aclarar los niveles de inflación y pobreza, lo que generó incertidumbre sobre sectores clave de la economía.

La aplicación arbitraria de la Ley de Medios para favorecer a empresas amigas, la ausencia de conferencias de prensa, la insistencia de hacer cadenas nacionales en las que mitificaba a Kirchner y de mantener en sus cargos a políticos cuestionados también fueron desgastando la imagen de la presidenta.

Obsesionado con la prensa, el gobierno intentó contrarrestar a los influyentes medios opositores con su propia construcción de medios oficialistas, pero estos nunca tuvieron la suficiente penetración ni marcaron la agenda de la discusión pública.

Parte de la población desarrolló un odio visceral en contra de Fernández, una presidenta que irritó a algunos y fue insultada en todas las formas posibles, que se reconoció a sí misma como soberbia y arrogante, pero que también usó su talento oratorio para liderar batallas contra quienes consideró sus enemigos.

Los gobiernos kirchneristas quedaron ensombrecidos por escándalos de corrupción que incluyeron a la exministra de Economía, Felisa Micelli, ya condenada; al vicepresidente Amado Boudou y al matrimonio presidencial, acusado en reiteradas ocasiones de enriquecimiento ilícito en procesos que no avanzaron en tribunales.

Entre los casos más serios de corrupción en contra de los Kirchner, destaca la causa federal que investiga una sociedad comercial en la explotación de hoteles en la Patagonia con un empresario que se benefició con numerosos contratos de obra pública en Santa Cruz.

Este jueves, la dirigente política que polarizó a la población y que se mantuvo en pie de guerra hasta el final, con un estilo intransigente, se despide con la posibilidad de postularse para senadora en 2017 y otra vez como presidenta en 2019, pero esa ya será otra historia.

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