Los niños pueden responder al estrés de diversas formas, por ejemplo, mostrándose más dependientes, preocupados, enfadados o agitados, encerrándose en sí mismos o mojando la cama.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, como papás hay que mostrarse comprensivos ante las reacciones de su hijo, escuche sus preocupaciones y ofrézcale más amor y atención.
Los niños necesitan el amor y la atención de los adultos en los momentos difíciles, de ahí la importancia de dedicarles más tiempo y atención. Hay que escucharlos, hablarles con amabilidad y tranquilizarles. Cuando sea posible, es necesario organizar momentos de juego y relajación.
En la medida de lo posible, es importante mantener a los niños cerca de sus padres y familia y evite separarlos de las personas que se encargan de su cuidado. En caso de separación (por ejemplo, por hospitalización), asegúrese de mantener el contacto frecuente (por ejemplo, a través del teléfono) y de ofrecer consuelo.
Mantenga las rutinas y los horarios habituales en la medida de lo posible, o ayude a crear otros diferentes en el entorno nuevo, en particular actividades escolares y de aprendizaje, así como momentos para jugar de forma segura y relajarse.
Explique lo que ha pasado y cuál es la situación actual y dé a los niños información clara sobre cómo pueden reducir los riesgos de contraer la enfermedad; utilice palabras que puedan entender en función de su edad.
Facilite también información sobre situaciones hipotéticas (por ejemplo, un miembro de la familia y/o el niño empiezan a encontrarse mal y tienen que ir al hospital durante un tiempo para que los médicos puedan ayudarles a recuperarse).
Sara Elizondo
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