Ante una realidad como la que vivimos, que nos muestra que debemos procurar una alimentación sana y equilibrada, en la medida de nuestras posibilidades, y así evitar enfermedades crónico degenerativas o tener sistema inmunológico vulnerable, aquí algunas recomendaciones.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, una dieta saludable ayuda a protegernos de las enfermedades no transmisibles, entre ellas la diabetes, las cardiopatías, los accidentes cerebrovasculares y el cáncer.
La composición exacta de una alimentación variada, equilibrada y saludable estará determinada por las características de cada persona (edad, sexo, hábitos de vida y grado de actividad física), el contexto cultural, los alimentos disponibles en el lugar y los hábitos alimentarios. No obstante, los principios básicos de la alimentación saludable siguen siendo los mismos.
La epidemia de #COVID19 ha evidenciado la necesidad de trabajar intensamente en una nueva salud pública orientada a la prevención de enfermedades crónicas. Es fundamental cambiar hábitos de alimentación, fomentar la actividad física y reducir el consumo de tabaco y alcohol. pic.twitter.com/j6FdkuUFLQ
— Hugo López-Gatell Ramírez (@HLGatell) May 27, 2020
Consejos prácticos para mantener una alimentación saludable:
– Comer al menos 400 g, o cinco porciones de frutas y verduras al día reduce el riesgo de desarrollar enfermedades no transmisibles (2) y ayuda a garantizar una ingesta diaria suficiente de fibra dietética.
– Para mejorar el consumo de frutas y verduras es recomendable: Incluir verduras en todas las comidas; como tentempiés, comer frutas frescas y verduras crudas; comer frutas y verduras frescas de temporada; y comer una selección variada de frutas y verduras.
– Reducir el consumo total de grasa a menos del 30% de la ingesta calórica diaria contribuye a prevenir el aumento insalubre de peso entre la población adulta.
– Además, para reducir el riesgo de desarrollar enfermedades no transmisibles es preciso: Limitar el consumo de grasas saturadas a menos del 10%; limitar el consumo de grasas trans a menos del 1%; y sustituir las grasas saturadas y las grasas trans por grasas no saturadas (2, 3), en particular grasas poliinsaturadas.
– Para reducir la ingesta de grasas, especialmente las grasas saturadas y las grasas trans de producción industrial se puede: cocinar al vapor o hervir, en vez de freír; reemplazar la mantequilla, la manteca de cerdo y la mantequilla clarificada por aceites ricos en grasas poliinsaturadas, por ejemplo, los de soja, canola (colza), maíz, cártamo y girasol; ingerir productos lácteos desnatados y carnes magras, o quitar la grasa visible de la carne; y limitar el consumo de alimentos horneados o fritos, así como de aperitivos y alimentos envasados (por ejemplo, rosquillas, tortas, tartas, galletas, bizcochos y barquillos) que contengan grasas trans de producción industrial.
– Recuerda limitar el consumo de azúcar refinada, así como de sal.
Los gobiernos desempeñan un papel fundamental en la creación de un entorno alimentario saludable que permita a las personas adoptar y mantener prácticas alimentarias sanas.
Sara Elizondo
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