La seriedad de cualquier institución la ofrece el cumplimiento de sus acuerdos.

En la civilización se construye a través de la palabra. Aunque es mejor que esté escrita y firmada al calce con la mayor claridad posible por si alguien se olvida de lo pactado. A las palabras se las lleva el viento. Ese entramado de acuerdos, de contratos, de voluntades, es lo que constituye la cimentación del edificio.

En el futbol mexicano están sucediendo, al mismo tiempo, dos situaciones diferentes, pero que tienen un denominador común: se están pasando por alto los acuerdos.

Lo declarado por Alvaro Ortiz a nombre de la Comisión del Jugador es surrealista: los adeudos con jugadores del Veracruz que comparecieron ante ella no son reconocidos por el club. Primero dijeron que la firma de los documentos -acuerdos- no era de Fidel Kuri y, posteriormente, que sí era su rúbrica, pero no tenía facultades legales para estamparla.

Los argumentos leguleyos para hacer de lado una obligación son insultantes. Son argucias para escaparse, trampas para evadir responsabilidades, retos reiterados a la autoridad que ya no sabe qué hacer con el complejo y latoso expediente escualo.

Sus jugadores y ex jugadores tampoco.

Que paradoja. Hay que poner 120 millones de pesos sobre la mesa para mantener la categoría, pero se deben salarios que no se están reconociendo.

En la Sultana mientras tanto, cada uno de sus equipos interpreta como le conviene un acuerdo firmado en momentos de gran sensibilidad de la que hoy carecen.

La caravana prohibida por el documento que firmaron Tigres, Rayados, autoridades locales y la Liga MX después de los incidentes da la Final de Liga que jugaron entre ellos, es una llamada a misa. Hay quien no le hará caso aun en semana de Pascua.

Hubo caravana, pero no está Rayados dispuesto a respetar el acuerdo pese a que fue un grupo de sus seguidores el que se apareció en las afueras del Universitario ayer.

Lo que se aplaudió en su momento por ser un decidido paso para prevenir la violencia, hoy se convierte en una tomadura de pelo que puede transformarse en algo más serio si hay correspondencia del adversario para el juego de vuelta. Entonces se ignorará el convenio dos veces.

No nos hagamos líos. La medida no estaba condicionada a que hubiera o no violencia, sino al simple hecho de que hubiera caravana.

Así se redactó, así se firmó ante testigos de honor y ahora se le quiere dar la vuelta. Era una situación preventiva: no acercar el cerillo a la gasolina, independientemente de que hubiera o no explosión.

La Liga MX, en ambos casos, debe vigilar que nadie se haga el desentendido.

Será la obligada a darle seriedad a quienes no están dispuestos a respetar su propia palabra.que además está firmada.