Ray, pelotero hidalguense que “voló” a la posteridad
 
Hace (50) meses
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El 15 de mayo de 1963, el estadio Licenciado y General Alfonso Corona del Rosal vivió un hecho sin precedentes.

Un joven soltó un batazo que pasó la barda perimetral y colgó el primer cuadrangular en la historia del recinto; el nombre del pelotero era Raymundo Rodríguez Sánchez.

Aquel hecho le mereció un reconocimiento, 100 pesos y una chamarra; sin embargo, no fueron los únicos logros que alcanzaría, tanto a nivel personal como profesional.

No todo fue miel sobre hojuelas para quien, años después, fue conocido como el Volador, pues desde su infancia supo lo que era trabajar por sus metas.

Originario del barrio Las Lajas, Raymundo se unió a la vida laboral desde su niñez y, al igual que muchos habitantes de Pachuca en la primera parte del siglo pasado, las minas fueron el campo en el que se desarrolló, y vivió gran parte de su pubertad y adolescencia en la de Loreto.

Desde temprana edad conoció a Gloria Domínguez Elías, quien fue su compañera de vida hasta sus últimos momentos.

“Nosotros empezamos a vivir juntos cuando fue por mí para estar en una fiesta de cumpleaños de su papá. Yo le pedí permiso a mi mamá, pero ella se molestó porque Ray no le caía bien. Me dijo que solo hasta las cinco de la tarde, pero ni a esa hora ni un día después ni dos ni tres. Ya no regresé a mi casa. Él tenía 18 y yo 15”, dijo la esposa del Volador.

Gloria recuerda que en su adolescencia Raymundo era una persona alegre, gustoso de pasear por algunos puntos de los barrios altos de la Bella Airosa, pero siempre con una pasión en específico, el beisbol.

“A él no lo quitabas de su gusto por ese deporte, siempre le decía que yo no le entendía a eso, pero insistía. Para mi buena suerte, nunca me convenció de ir”, rememoró.

Sin saberlo, ese cariño por el rey de los deportes le atraería muchos beneficios a Ray y su familia, así como muchas experiencias.

El pelotero fue parte de combinados mexicanos que partieron a países como Nicaragua y Venezuela, donde mostró su poderío con el bat.

Campeón en múltiples ocasiones en la primera fuerza de la pelota caliente de la entidad, el pachuqueño no dudaba en la fuerza que le imprimía a la bola.

“Eran unos juegazos los que daba, siempre era seguro que impulsaba al equipo con el bate y muchas veces hacía lo mismo en el pitcheo”, expresó Alberto, uno de los siete hijos que le sobreviven.

El propio Alberto es quien menciona que su padre, un seguidor furibundo de Los Angeles Dodgers, les inculcó muchas cosas, como la disciplina, el trabajo y el gusto por los marcos de resina, pero lo más importante siempre fue el beisbol.

“Siempre me decía una noche antes que se iba a llevar a sus hijos al juego, yo solo se los vestía de beisbolistas y se iban con él”, expresó doña Gloria.

En tanto, el cuarto de sus hijos menciona que los duelos en Ciudad Sahagún fueron los mejores que dio Rodríguez Sánchez, pues el nivel de compañeros y adversarios hacían encuentros de mucha intensidad.

“A mi me decía vámonos cuate y ya sabía que era día de beisbol, que los domingos no se hacía nada porque era ir a ver jugar a mi papá”, recuerda.

También rememora que tras su retiro en el ensamblaje automotriz, Raymundo desarrolló otra de sus pasiones: la fotografía.

El Volador tomaba con la misma fuerza el bate que la cámara, con la que retrataba bautizos, 15 años y demás eventos sociales, además de su deporte amado.

La rutina no fue corta durante más de 20 años, pues en ocasiones las salidas eran hasta por 12 horas y el cargar el equipo era más difícil que lanzar las 108 costuras.

“Siempre eran días pesados, porque había veces que contrataban para el vals y todo lo de la fiesta, pero lo hacía con mucho empeño. Su dicho era vamos a echarle ganitas, y siempre así fue”, dijo.

El tiempo cobró factura y un cáncer de huesos venció hace casi un mes a Raymundo en la última entrada; sin embargo, poco antes de su ingreso a la novena celestial, el beisbol le devolvió lo último.

En el marco de la final del Campeonato Nacional de Beisbol Femenil, que se llevó a cabo en Hidalgo durante la parte final del 2019, la asociación hidalguense y la federación mexicana de la disciplina le entregaron un galardón por su trayectoria.

“Ya nos habían avisado desde antes del reconocimiento, pero no le quisimos decir nada hasta una noche antes. Desde que le dijimos, hasta que lo recibió (el reconocimiento), se mostró muy contento. Lamentablemente, por su condición, no pudo ver toda la final, pero ese día fue muy especial para él porque estuvo prácticamente toda su familia”, recordó Alberto.

Raymundo fue el primer beisbolista hidalguense en volar la cerca del Corona del Rosal, pero su legado más importante, sin duda, son los ocho hijos, 16 nietos y 17 bisnietos, que continúan con una de las tradiciones más arraigadas en Las Lajas,
gritar playball.

Luis Carlos León I Pachuca

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