Como cientos de aficionados del Atlas, Willy Sepúlveda vivió una tarde de terror el sábado 5 de marzo. Fueron momentos que los compara con lo que se ve en las películas de la Segunda Guerra Mundial.

El aficionado del Atlas, de 29 años de edad, radica en la Ciudad de México, pero su familia es de Atotonilco, Jalisco, y desde su infancia es rojinegro.

Sepúlveda ha viajado junto a la Barra 51 por la República Mexicana infinidad de ocasiones para presenciar los partidos de los Rojinegros, y nunca había experimentado nada similar a los incidentes violentos registrados en La Corregidora.

El fan relata a CANCHA que desde el arribo a La Corregidora hubo detalles extraños que después al armar el rompecabezas le dejan en claro que fueron actos planeados.

“Sí, hubo premeditación”, asegura el seguidor rojinegro.

“Yo llegué alrededor de las 4:30 de la tarde al Estadio, iba con un camión de la Barra 51 de la Ciudad de México. Lo que realmente sorprendió primeramente fue el contraste entre la Policía Estatal que sí tuvo afuera del Estadio una revisión exhaustiva, de revisarte hasta la suela de los zapatos, sí me extraño que no pudieras meter lentes ni gorras, un suéter, una segunda playera”.

Posteriormente, en la parte complementaria hubo una especie de señal en las tribunas de parte de la porra local.

“En el segundo tiempo, al minuto 60, me llamó la atención que todos los de la barra del Querétaro sacaran unos pañuelos, fue una señal como para iniciar algo porque poquito después inició todo. La porra visitante está en una esquina y no en la cabecera como en otros estadios, y veo como que la porra de Querétaro se mueve al punto más cercano de nosotros, como que no pueden y de inmediato se van al otro lado, y viendo los videos es donde se ve que la Policía les abre la puerta, y cuando vi que se estaban acercando dije ‘puta, esto ya no tiene punto de retorno’, me quité la playera (del Atlas), la escondí entre los boxers y el pantalón, y ver qué íbamos a hacer.

“Nosotros estábamos acorralados, y estas personas lograron romper la puerta de la izquierda y sirvió para que muchos de nosotros pudiéramos salir. Hubo aficionados del Atlas que sí se enfrentaron para parar la embestida, pero la realidad es que muchos nos fuimos en una rampa a la cancha, creíamos que ya estábamos librados, pero no fue el caso”, relató.

Sepúlveda cuenta que el caos se desató en la cancha.

“Yo seguía sin playera, estaba recargado en la publicidad estática y veo cómo empiezan a llegar los de la porra del Querétaro, ahí vi que había familias llorando y se acercaban a ellos para agredirlos, y dije esto ya está descontrolado, no había escrúpulos.

“Vi a un niño con la playera del Atlas que lloraba, me acordé de las películas de la Segunda Guerra Mundial en la que calmas a los niños, y le dije que era como Donovan Carrillo, ‘te gusta el patinaje’ le dije, porque el pobre lloraba de manera incontrolable, y le decía que si le gustaba el futbol, tratando de que olvidara el asco que se estaba viviendo alrededor”, narró el aficionado.

Después, cuando logró salir del terreno de juego debieron atravesar una odisea para estar a salvo.

“Cuando vi que estaba medianamente libre una rampa me fui entre los aficionados del Atlas, llegamos a las gradas y en ese instante llega alguien y me pregunta que si era del Atlas, me dijo que me fuera con ellos. Ahí me encontré a varios conocidos, y entre 8 o 10 nos fuimos corriendo. Si me hubiera ido al lado izquierdo ahí estaban los de la barra del Querétaro, y debimos correr a la derecha para llegar donde estaba el autobús visitante.

“Hubo un momento en que estábamos a 20 metros de los torniquetes del estacionamiento visitante y llegan unos policías con walkie talkies y nos dijeron que nos quedáramos en un cubículo, y le dije a uno de la porra del Atlas ‘esto no huele bien’, y nos salimos de ahí, y nos fuimos corriendo a la zona de los torniquetes del área visitante porque ahí nadie de Querétaro podía cruzar. Llegamos ahí, y ya nos había tocado ver a varios con los cuerpos ensangrentados, era impresionante ver cómo los policías estaban como si nada, la gente del Querétaro burlándose, riéndose, ya era una imagen para no creerse de gente noqueada y desarticulada.

“Vi gente tumbada en el suelo que ya no tenía nada qué hacer. Fue el momento de mayor dramatismo, veías a los cuerpos desnudos, lo que demostró que era un acto metódico, de crimen organizado, porque eran acciones sistemáticas como quitarles la ropa, dejarlos noqueados, bocarriba, humillados, cosas bastante graves”, dijo.

Ante toda la angustia, debieron soportar los comentarios de los policías.

“Anocheciendo, los policías tuvieron el mal gesto de confirmar que ya habían muerto personas, y si había muertos no podías comentarlo, el manejo de masas fue deplorable. Había gente del Atlas que ya querían echarse a golpes a los policías, y al primero que se fue encima, le dije: ‘cabrón, estamos en la cuna del lobo, estos son los únicos que nos ‘pseudoprotegen’, y si nos dejan sueltos quedamos peor’. Me queda claro que eran unos desgraciados, pero ellos nos iban a sacar”, explicó.

Y finalmente, Willy regresó a casa.

“Acompañé a una familia que era un señor con su esposa y dos hijos, y conseguí a una persona que vive en Querétaro que logró sacarnos en su coche, ya eran las 8 de la noche, y fueron horas de mucha tensión, y yo me fui a la Ciudad de México junto con la familia como a las 11 de la noche, y pude llegar a salvo a casa”.

El fan rojinegro afirma que jamás volverá a La Corregidora.

“A Querétaro con esa salvajada de lo único que me quedan ganas es no volver ahí. Hay un examen de conciencia de mi lado, es injusto generalizar, no descarto volver al Estadio Jalisco, pero lo subyacente va rumbo a los directivos y decirles: ¿qué has dejado de hacer para que hoy el aficionado se pregunte si quiere volver a un estadio?’, es el llamado de fondo”, finalizó.

Omar Jesús Fares Parra
Agencia Reforma

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