El pulque, que representa una bebida característica del estado y un atractivo turístico para los visitantes, tiene su origen en las culturas prehispánicas. Se atribuye el descubrimiento a animales como el conejo y el tlacuache, pues entraban a los meyolotes, el corazón del maguey, a tomar de su agua.
El doctor en arqueología Raúl Macuil Martínez comenta que, ante tal descubrimiento, esos animales se convirtieron en símbolo de la bebida sagrada, originalmente llamada neutli.
En las culturas prehispánicas, la esperanza de vida era de 60 años, y beber pulque solo se les permitía a los ancianos, a partir de los 52 años de edad. “Los jóvenes, en cambio, no podían beber y, si lo hacían, eran reprendidos” según el registro en el Códice Mendoza.
El investigador del Centro de Investigaciones Históricas y Culturales de la Secretaría de Cultura señala que hoy en día pervive la celebración de una bebida que en el siglo XIX comenzó a ser mal vista, pues se consideraba que era para gente de bajo nivel, entró la cerveza y acaparó el mercado.
“Después de ser una bebida ritual y sagrada, se volvió generalizada”.
Dentro de los rituales que continúan, cuando un campesino siembra un maguey manso pide la intervención de la Virgen de Guadalupe, para que crezca. Se hace un agujero donde se va a plantar, y se colocan chocolate y tortillas para ofrendar a la tierra.
Antes de la extracción, los tlachiqueros rezan para que el aguamiel, que sale del corazón del maguey, meyolotl, sea buena. Cuando el pulque ya está fermentado, dicen los alabados para pedir que la bebida salga bien.
Para Macuil Martínez es necesario que actualmente se quite el estigma que tiene el pulque y los bebedores. “Hay que estar conscientes que no es una bebida para embriagarse, pues es nutritiva, desde el aguamiel hasta el producto final. Hay que darle su valor real”.
Sara Elizondo I Pachuca