Cada año, durante las últimas 12 campanadas previas al inicio de un nuevo ciclo, acostumbramos comer 12 uvas, una por repique.
La tradición de las uvas de la suerte comenzó en el siglo XIX, en España, entre las clases populares que no tenían acceso a los vinos que se distribuían en las fiestas de la clase burguesa, por lo que ellos comían el fruto en las calles de Madrid.
Esta costumbre se hizo popular no solo en ese país sino en el resto del mundo; con cada uva se tiene un pensamiento de agradecimiento o un deseo de bienestar para el año que está por comenzar.
Ahora la costumbre es colocar un racimo de 12 uvas en cada uno de los lugares de aquellos que se reúnen para la festividad y comer lo más rápido posible los frutos de la buena fortuna.
Sara Elizondo I Pachuca