Conforme avanza la pandemia, se conocen historias de dolor, de destrucción de familias y del viacrucis que viven a diario quienes contrajeron la enfermedad. Uno de ellos es don Gregorio, vecino de un municipio del Valle del Mezquital y quien a sus 86 años no tuvo la fortuna de contar con 300 pesos para abordar un taxi que lo llevara al hospital.
Don Goyo, como le llamaban, recurrió a las hierbas para mitigar los síntomas de covid, pero el té de yerbabuena con ajo apenas calmó la tos, no así la fiebre y el dolor de cabeza que cada vez era más intenso.
Ya con severos problemas de oxigenación la familia de Don Goyo como pudo juntó algunos pesos y lo llevaron al Hospital de Ixmiquilpan, pero ahí no lo recibieron.
Desesperados, recurrieron a un compadre que tenía una camionetita y que accedió a llevarlos a Pachuca, donde tampoco hubo cupo para él.
La situación se complicaba porque no tenían un tanque de oxígeno para ayudar a don Goyo y tampoco había dinero para ir a un médico particular.
Desilusionados por las negativas recibidas en los hospitales hidalguenses, se lanzaron al Estado de México donde por fin, después de rogarles para que lo recibieran, don Goyo fue atendido por un médico, pero ya era demasiado tarde, el virus había avanzado rápidamente deteriorando su cansado cuerpo y poco después falleció.
Lejos de su casa, sin comer y durmiendo poco, los familiares se enfrentaban ahora al problema de regresar el cuerpo de don Goyo a su tierra para darle sepultura.
Hubo una colecta en la comunidad y con el dinero recaudado don Goyo finalmente regresó a su pueblo, donde ahora descansa.
Y así como esas, se pueden contar por cientos las historias desafortunadas de personas que se han enfrentado sin éxito al puto coronavirus y a quienes los supuestos apoyos anunciados por las autoridades federales de plano no llegan.
En las comunidades indígenas apartadas, la realidad desmiente a los anuncios mañaneros, las familias tienen miedo y prefieren recurrir a la medicina tradicional antes que acudir a un hospital, porque cuando llegan resulta que no hay camas para atenderlos, no hay medicamentos que suministrarles, en términos reales no hay nada de lo que aseguran una y otra vez los políticos que sí hay.
Y cómo chingados le alegas a los funcionarios, que desde el centro del país se llenan la boca con afirmaciones ilusas de bonanza en el sector Salud.
Me cae que no se han dado una vuelta por las comunidades marginadas para conocer de cerca qué le duele a los mexicanos.
Ahí en los rincones donde la realidad supera cualquier diagnóstico está la neta de la pandemia.
Es justo ahí, donde no llegan ni los 300 pesos para el taxi, que serian muy buenos para, haciéndolos rendir, darles de comer algunos días a una familia.
Lo malo es que con esos 300 pesos, que por cierto nunca llegaron a las manos de la familia de don Goyo, no habría forma de atenderlo en un médico particular que de jodida les cobraría cuando menos mil pesos diarios, más los medicamentos.
Esa es al pinche realidad que desde la Ciudad de México no se mira y que poco a poco va dejando a las familias sin viejos, como don Goyo.
Palabras más, palabras menos.
Con el ojo cuadrado nos dejaron los elementos de la Procuraduría de Justicia de Hidalgo que en un trabajo impecable lograron recuperar en tiempo récord a una pequeña que su padre se había llevado sin permiso de la madre y que pretendía sacarla del país. La rápida intervención del procurador Raúl Arroyo y del subprocurador Arturo Flores fue exitosa, localizaron en Jalisco al méndigo padre y regresaron a la niña con su mamá.
Esos son huevos, mi procu.
Espero sus comentarios.
Fb. bertha alfaro