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Hace (56) meses
Una muerte anunciada
Poder conservador (INE) vs Alteza Serenísima (AMLO)
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La predilección de la Administración Trump por las bravuconadas y el fanfarroneo, la ausencia de una visión geopolítica coherente y consistente, la conmoción perpetua en la Oficina Oval y los ires y venires de altos funcionarios, así como la predilección por desdeñar todo lo que precede a la gestión de este presidente, se han convertido en un coctel peligroso para las relaciones internacionales. Pero este viernes pasado, Trump ha dado otro paso más hacia la destrucción de un sistema internacional basado en reglas. Ese día, Estados Unidos cumplió con su amenaza —anunciada en febrero— y se retiró formalmente de un crucial pacto nuclear con Rusia. Por su parte, el Ministerio de Relaciones Exteriores ruso confirmó que el tratado está “formalmente muerto”.

El histórico acuerdo, conocido como INF por sus siglas en inglés, fue firmado en diciembre de 1987 por el presidente Ronald Reagan y su homólogo soviético Mijaíl Gorbachov para terminar con el despliegue de misiles nucleares balísticos de alcance intermedio y sus vectores —los misiles Crucero y Pershing estadounidenses y los SS-20 soviéticos— en suelo europeo. De un plumazo no sólo eliminó —con la destrucción de un total de 2,692 misiles— una clase completa de armas; finiquitó la amenaza más significativa al corazón de Europa y se erigió en un hito que consolidaría el proceso de deshielo bipolar y el fin de la Guerra Fría. En 2014, Barack Obama y la OTAN acusaron a Rusia de haber violado el tratado después de que este país probara de manera encubierta un nuevo tipo de misil Crucero, el SSC-8, que viola los límites al alcance de ese tipo de armas. Pero Obama finalmente optó por no retirar a EU del tratado bajo el argumento de que ello podría detonar una carrera armamentista. Por su parte, Moscú acusó a EU de violar el tratado al desplegar un componente de su sistema de defensa antimisiles con capacidad ofensiva, utilizar misiles prohibidos en distintas pruebas y también drones armados que son, según Rusia, efectivamente misiles Crucero vetados. Tras años de desmentidos, el Kremlin reconoció recientemente la existencia de su nuevo sistema de misiles, mientras Putin cacareaba el desarrollo de misiles Crucero hipersónicos. Pero en el trasfondo de las violaciones que efectivamente se han dado al tratado y los dimes y diretes entre ambas potencias, para Washington está también el contexto chino. La Administración Trump argumenta que el Tratado INF supone una desventaja para EU frente a China, la cual no se enfrenta a ninguna limitación para desarrollar misiles Crucero y de alcance intermedio en el Pacífico, al no formar parte de dicho tratado.

El problema es que, además, se han juntado la proverbial hambre con las ganas de comer. Por más provocador que haya sido el comportamiento ruso, la decisión de EU de retirarse del acuerdo en paralelo al hostigamiento constante de Trump a sus aliados de la OTAN en vez de juntos buscar pactar con Rusia en un esfuerzo serio para reiniciar pláticas y traerla de regreso a la mesa de negociaciones, sólo minará en el largo plazo la seguridad tanto europea como de EU. Pero ni Washington ni Moscú movieron un dedo para salvar al tratado. Por ello, si bien su muerte es ciertamente desafortunada, también es sintomática de un problema mucho mayor: el colapso del marco de estabilidad estratégica entre EU y Rusia, lo cual a su vez está alimentando la tensión y animosidad mutuas.

Para México, que forjó un gran legado multilateral en materia de desarme y no proliferación, todo esto abre un reto seminal para retomar nuestro liderazgo en la materia, sobre todo a la luz de la decisión de buscar regresar al Consejo de Seguridad de la ONU como miembro no permanente para el bienio 2021-22. Pero para ello, tendremos antes que conciliar esa presencia, necesaria en el siglo 21, con la persistencia de invocar principios de política exterior, como la no intervención, que son del siglo 19 y que corren a contrapelo de las responsabilidades que implica sentarse en ese recinto. El control de armas y el desarme son herramientas valiosas que las potencias nucleares —y la comunidad internacional— están en peligro de perder como resultado de una combinación de negligencia, ignorancia, autocomplacencia y cálculos erróneos. Y ello puede tener efectos desastrosos para todos en el actual sistema internacional fluido, volátil y multipolar.

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