Fue emotiva la ceremonia al cumplirse un año de la inundación de Tula.
Ahí estaban los familiares de 17 pacientes intubados en la clínica del IMSS y que murieron cuando se fue la luz y los ventiladores dejaron de funcionar.
Estaba Doña Angélica que su esposo murió en la clínica y aún se hace preguntas, por ejemplo, se pregunta por qué lo dejó solo a pesar de que su esposo le pedía que se quedara.
Dolores aún recuerda a su esposo Francisco como un hombre amable, cariñoso, alegre y que la tragedia se lo arrebató.
Y mientras en la reja de la clínica las familias habían colocado un moño negro, flores, fotografías y veladoras en señal de duelo, en otra zona de Tula un grupo denominado la Gran Asamblea de damnificados de Tula, en un foro abierto daban a conocer a la ciudadanía las causas de la inundación, los daños que a un año de la tragedia aún no son solventados y las propuestas alternativas para ayudar a que Tula no se vuelva a inundar.
Especialistas en la materia señalaron que el torrente desfogado desde la Ciudad de México por el Emisor Central rebasó la capacidad de los cauces por lo que ahora que las lluvias se han intensificado en la zona metropolitana, son un factor importante para pensar que en cualquier momento pudiera ocurrir otra inundación, lo que agravaría la situación de por sí fregada de los habitantes de Tula, una región castigada que además sufre por la contaminación de empresas químicas y cementeras a las que les vale madre la vida de las personas.
En este foro también se plantearon posibles proyectos para prevenir las inundaciones y que son amigables con el medio ambiente, propuestas que por cierto las autoridades federales simplemente ni escucharon.
Seguramente como no viven en la zona no tienen ni puta idea de lo que significa ver como el caudal del río sube y sube sin poder hacer nada, ni sacar lo más indispensable, como Doña Patricia que tuvo que salir corriendo de su vivienda en la calle Cuauhtémoc con lo que llevaba puesto y esperar, en la casa del vecino, dos días para que la rescataran con una lancha.
O la historia de María, una mujer que perdió todo su patrimonio y asegura, mientras se le llenan los ojos de lágrimas, que los pinches 10 mil pesos que les dieron no restituyen en nada los 40 años de trabajo para hacerse de sus cosas.
A un año de la gran inundación no se puede entender que los damnificados aún no reciban los apoyos prometidos y que, a pesar de las claras evidencias de la magnitud de la tragedia, se escatimen los recursos y no se tome en serio un verdadero programa de rehabilitación hidráulica que los ciudadanos piden a gritos.
Reconocieron que el Gobierno municipal y del Estado ayudaron en la medida de sus posibilidades y recursos, pero hizo falta más, mucho más y los tulenses dicen, les quedaron a deber.
Han pasado ya 365 días y personas como Doña Patricia, Doña María, Doña Angelica y los más de 30 mil damnificados aún guardan en su corazón un profundo dolor y un rencor por haber sido víctimas de la incompetencia de autoridades que dicen, prefirieron madrear a Tula que causar daños a la Ciudad de México,
A todos esos funcionarios chafas, les recordaron a su jefecita.
Palabras más palabras menos
Pregunta seria.
¿Dónde chingados estaban los funcionarios federales, estatales y municipales que hoy brillaron por su ausencia en Tula? O como siempre ocurre, dejaron que los habitantes de Tula se rascaran con sus uñas.
Qué penita.
Espero sus comentarios.