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Margarita Michelena, poetisa pachuqueña

El próximo 27 de marzo se cumplirán 26 años de la muerte de la extraordinaria poetisa mexicana Margarita Michelena, hija de Leopoldo Chillón y Benita Rita Michelena, ambos catalanes llegados a México tras el desencanto de la crisis económica española desatada por el estancamiento de la Guerra Marroquí y el estallido de Primera Guerra Mundial.

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El próximo 27 de marzo se cumplirán 26 años de la muerte de la extraordinaria poetisa mexicana Margarita Michelena, hija de Leopoldo Chillón y Benita Rita Michelena, ambos catalanes llegados a México tras el desencanto de la crisis económica española desatada por el estancamiento de la Guerra Marroquí y el estallido de Primera Guerra Mundial. Aquel matrimonio arribó a Pachuca, entonces una próspera ciudad minera, donde el sábado 21 de julio de 1917 vio la luz primera Margarita, quien no uso el apellido Chillón por haber sido de pequeña un motivo de bromas debido al significado de la palabra —“Le pedí a mi padre que me perdonara por no usarlo para librarme de la burlas y chacotas y él lo entendió”—. Poco se sabe de su estancia en esta ciudad minera, pero mucho del gran cariño que tuvo para este antiguo Real de Minas.

Le recuerdo en su visita en 1989 a la entonces llamada Ferilu —Feria del Libro Universitario—, organizada por la Universidad Autónoma de Hidalgo —cuando el que esto escribe era su rector—; ella contaba entonces con 72 años, llegó al edificio de Abasolo y de un tirón subió la gran escalinata hasta el pórtico, donde se encontraba la sala en la que le haríamos un justo homenaje, tan pronto como descansó de aquel esfuerzo, sacó distraídamente de su bolso una cajetilla de cigarros y me dijo: “Dispense usted, señor rector, pero soy una fumadora empedernida”, mientras se llevaba el cigarrillo a lo boca, que cortésmente le encendió el arquitecto Corrales, por ese entonces coordinador de Difusión Cultural de la Universidad.

Recordó cuando cinco años antes, a invitación del gobernador Guillermo Rossell, acompañada de Ricardo Garibay y Luis Rublúo, intentaron conformar la Casa Hidalguense de la Cultura, proyecto que nunca se logró.

Bocanada tras bocanada, invocó su pasado infantil, recordó haber asistido tres o cuatro años a una escuela ya desaparecida en Pachuca, probablemente el colegio Curden, donde aprendió las primeras letras, esas que años después le darían fama y celebridad en el mundo de la poesía. Una grata evocación fue recordar la imagen de la casa paterna, cerca de la torre del Reloj Monumental y de un templo —la Asunción, acaso— era aquella —evocaba— una ciudad de muchas campanas, tantas que envolvían el ajetreo cotidiano del día y el silencio de la noche. Tras una nueva bocanada de humo, agregaba: “A ello atribuyo mi afición por los relojes de pared y la inclinación poética que llevo, de jugar con el tiempo”.

Después de cursar algunas asignaturas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, descubrió su vocación literaria al participar en la revista América, que dirigiera Efrén Hernández, escritor, poeta, dramaturgo y guionista guanajuatense; vinieron después sus participaciones en las revistas Examen y otras más.

En 1962 fundó y dirigió la revista literaria El libro y el Pueblo, que editó la Secretaría de Educación Pública, un año después participó activamente en Respuesta, revista de política; para 1967, debido a su gran trayectoria, es llamada a dirigir la oficina de Información del entonces Departamento de Turismo, posteriormente funda el periódico Cuestión, en el que reunió a diversas escritoras y periodistas, considerada como la primera publicación dirigida y editada por mujeres.

El nombre de Margarita Michelena quedó ligado al periódico Excelsior, pero sobre todo a la revista Siempre, que dirigiera don José Pagés Llergo.  Semana tras semana sus artículos se hicieron parte sustancial de aquella publicación, catalogada como la revista de mayor influencia en los círculos políticos y culturales.

La obra poética de esta extraordinaria hidalguense se congrega en sus libros Paraíso y nostalgia, de 1945; Laurel del Ángel, en 1948; Tres poemas y una nota autobiográfica, escrito en 1953; La tristeza terrestre, de 1954; Notas en torno a la poesía mexicana, en 1959; Reunión de imágenes, editado en 1969, que es considerado como un clásico de poesía contemporánea; en él se contiene una antología de su obra; ese mismo año publicó su última creación poética El país más allá de la niebla.

Difícil resulta clasificar a la poesía de Michelena, en el fondo cada poema es una explicación particular de su cosmos —es hacer que la singularidad de cada mujer se convierta en un universo que las comprende todas—. En la forma, sus poemas son un canto que se desgaja, son campanadas que se decantan en el espacio, las palabras se caen en una cascada rítmica o, como dijera Octavio Paz, sus poemas son movidos por una misteriosa voluntad de vuelo que remonta y retorna al punto de donde partió. Margarita Michelena, junto a Griselda Álvarez, Margarita Paz Paredes y Guadalupe Amor, es considerada como pionera del movimiento poético femenil en México.

Víctima de un derrame cerebral, murió en plena actividad periodística el 27 de marzo de 1998 a la edad de 81 años. Muchos homenajes en su honor se hicieron, uno altamente significativo a cargo del entonces presidente municipal de Pachuca Juan Manuel Sepúlveda Fayad y la revista Siempre, en el que su hija recordó la respuesta que su madre dio a un periodista que impugnó su cariño a Pachuca, para sentirse pachuqueña, dijo la poetisa: “No es necesario vivir entre esta telaraña de calles, es indispensable llevar en el corazón la esencia de su ser urbano y la heroicidad de quienes diariamente se encaraman entre los cerros a través de sus ensortijadas calles”.

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