Mi generación empezó a vivir en la niñez el delirio sajón de la Navidad, ese que comenzó a definirse como el mayor ciclo económico del año; sin embargo, por ahí de finales de los años 50 existían aun muchos usos ancestrales para conmemorar esas fechas, como pudimos apreciar en la melodía ganadora del concurso organizado por una empresa cervecera de Monterrey que definió a tal periodo decembrino como la Navidad Guadalupana”. La canción ganadora, fue pronto escuchada reiteradamente en los aparatos radiofónicos de todas las casas, ya que la televisión no se generalizaba aún.
Aquel tema musical invadía con sus nostálgicas notas los hogares pachuqueños, lo mismo en las colonias del centro que en los barrios altos, las casas o los comercios; aquella pieza musical, flotaba en el ambiente ennobleciendo los helados días preinvernales. Aún me parece escuchar la estrofa inicial:
Noche azul Guadalupana,
dibujada por la cruz
de una iglesia provinciana,
donde está el niño Jesús.
Mientras estas notas vagaban en el ambiente, los aparadores de las tiendas se engalanaban con ramas de pino y series de pequeños foquitos que iluminaban los productos que ofrecían todo a fin de llamar la atención de los posibles clientes. En el jardín Constitución, un hombre vestido de Santa Claus llamaba con su campanita a los peques para hacerse una foto con él por la insignificante cantidad de un peso con 50 centavos y mientras se revelaba la instantánea fotográfica se escuchaba en algún radio del mercado Primero de Mayo:
Cuando llegas a mi cielo,
noche de la Navidad
del perdón y de la paz
hay más luz en el sendero.
Los que vivíamos lejos de la zona comercial de Pachuca organizábamos excursiones para visitar las tiendas y echar una mirada a los juguetes que podrían parar la noche del 24, llamada Noche Buena, al pie del arbolito instalado en cada casa; árbol natural que aromatizaba el ambiente con su peculiar perfume y enmarcaba la escena navideña de cada hogar con los ornamentos que colgaban de cada rama: esferas brillantes y fácilmente quebradizas que se cuidaban en extremo para poder ser utilizadas al año siguiente y series de foquitos multicolores que envolvían al aun verde pino; y la melodía continuaba:
Tus volcanes de Teocali,
se perfuman de copal.
Es la luna de mi valle
tu piñata de cristal.
Oírla era presagio de posadas, de juegos infantiles, de gozar al máximo tiempos libres, ya que disfrutábamos de las vacaciones de fin cursos –el periodo vacacional empezaba entonces en diciembre y terminaban en febrero–; escucharla, era augurio de posadas, de aguinaldos, de frutas cítricas y ponche, de duraderos juguetes de lámina o madera, de reuniones con la palomilla en las calles o patios de las vecindades, posada donde colgaban desde aquellos tempranos días las piñatas que, después de entonar las estrofas de los cánticos, serían sometidas a una gran paliza hasta que arrojaran al vacío las frutas y golosinas con que eran rellenadas; era en fin aquella melodía vaticinio de felicidad.
Hay estrellas en el alma
Y en el aire una canción
Como brisas de campanas
Que alegran el corazón.
Las calles de la todavía pequeña Pachuca, la de los eternos 60 mil habitantes, se engalanaban con tendederos de luces multicolores que recorrían palmo a palmo las más importantes vías públicas. Frente al mercado Primero Mayo se instalaba un peculiar tianguis, en el que los pachuqueños podrían adquirir todo lo necesario para celebrar aquellas tradicionales y muy mexicanas fiestas, que iniciaban desde el día 12 de diciembre cuando se conmemoraba la aparición de la Guadalupana al indio Juan Diego, en el cerro del Tepeyac.
Hoy cuando los años nos permiten recordar con gran añoranza los tiempos idos, diametralmente distintos a los actuales, la Navidad Guadalupana, tan nuestra, es ya otra, una celebración globalizada, copiada o imitada de nuestros vecinos del norte, de modo que quedan tan solo en el ámbito del recuerdo aquellos años felices, singularmente mexicanos, particularmente nuestros, de modo que podemos despedirnos con la última estrofa de aquella añorada melodía:
Peregrina noche santa
nacimiento de mi fe.
Navidad Guadalupana
yo jamás te olvidaré.
La fotografía que ilustra esta entrega corresponde a la acera norte de la Plaza Independencia en 1953, en la que se destaca el anuncio de la empresa cervecera organizadora del concurso musical sobre la Navidad mexicana.