Imagen: Carlos Loret de Mola
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Hace (13) meses

La (des)honestidad intelectual de los obradoristas

Imagen: La (des)honestidad intelectual  de los obradoristas
Carlos Loret de Mola
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El obradorismo se está dando vuelo con los graves tropiezos de la oposición en la nominación de Xóchitl Gálvez. Personajes del gobierno, del partido, de la prensa del régimen, han denunciado las fallas del proceso del Frente Amplio. Se les ha llenado la boca y tienen razón: en esta misma columna ayer enumeré los errores y peligros de un proceso que terminó pareciéndose más al de Morena que al diseñado originalmente para potenciar la ciudadanización de los partidos.

Pero los obradoristas tienen un serio desafío: ¿qué van a decir el próximo miércoles? El calendario político les pone una prueba demasiado pronto: ese día se anuncia el resultado de quién ocupará la candidatura presidencial del oficialismo. ¿Van a tener la honestidad intelectual de señalar con la misma claridad las ilegalidades y arbitrariedades antidemocráticas del proceso interno de Morena? Sería penoso atestiguar si otra vez intentan justificar lo injustificable:

El país se inundó de publicidad de las corcholatas en anuncios espectaculares y bardas. Nadie sabe quién pagó esa propaganda y a cambio de qué. Se documentó que el gobierno federal apoyó con dinero del presupuesto la campaña de Claudia Sheinbaum, que se usaron las estructuras de los programas sociales para favorecerla. Lo mismo los gobiernos estatales que destinaron funcionarios públicos a hacer labores de partido. López Obrador no permitió que siquiera se investigaran, y el partido bajó la cabeza. Hubo cargada de gobernadores, alcaldes, legisladores, violando la ley. Y el que más se metió fue el presidente, al grado que el INE no ha parado de sancionarlo. El reporte de gastos de campaña fue una farsa: cuando el límite era 5 millones de pesos por corcholata, Sheinbaum gastó más de 30, y Adán Augusto, cuando menos 15. Tampoco se sabe quién aportó esos recursos y a cambio de qué. Las corcholatas llevaron el acarreo a niveles que ni el PRI en sus mejores épocas. En distintos momentos, cuatro de los seis contendientes se quejaron de que no era una competencia justa porque la cancha estaba inclinada a favor de Claudia Sheinbaum. No hubo una sola sorpresa ni un cambio de narrativa: la que todos sabíamos que iba a ganar va a ganar, la que empezó arriba en las encuestas siguió arriba, el segundo lugar siguió en segundo lugar. Y ese segundo lugar está enojado: “¡Marcelo, aguanta, el pueblo se levanta!”. Si en la oposición se canceló la participación ciudadana directa en la definición de la candidatura, en Morena nunca estuvo ni siquiera abierta esa puerta. Si en la oposición hubo dudas sobre la parte de las encuestas, el proceso de levantamiento de la encuesta de Morena presentó sospechosas fallas y tuvieron que extender su periodo de entrega. Y al final, sucederá lo pronosticado: quedará la favorita de López Obrador. Aquí no fue una cúpula de hombres tomando decisiones sobre mujeres. Fue uno solo. El dedazo presidencial al que se intentó esconder en una simulación, una farsa.

Ayer en su mañanera el presidente dijo que era hora de cobrar apuestas porque él dijo que el proceso de la oposición sería una simulación y quedaría Xóchitl Gálvez de candidata (aunque originalmente él mismo decía que Creel, pero en fin). Que cobre bien. El miércoles va a tener que pagar unas mucho más jugosas: hace dos años todo mundo apostó de qué se iba a tratar su anuncio de la próxima semana.

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