Para el presidente Andrés Manuel López Obrador, los periodistas que criticamos lo que no nos parece bien de su actuación somos corruptos, conservadores, chayoteros, neoliberales, neoporfiristas, farsantes e hipócritas.
En su afán de incluir a todos sus críticos en una misma categoría olvida que, como tanto le gusta decir, “no somos iguales” todos los que discrepamos y criticamos muchas de sus palabras, decisiones y acciones.
Con tal de desprestigiar a todos los periodistas del país, excepto los que ahora cada día le rinden pleitesía en sus conferencias matutinas, olvida que hay unos, entre los cuales me cuento, que también aplaudimos y apoyamos lo que creemos que son sus aciertos.
El lunes pasado, AMLO se lanzó nuevamente contra los periodistas que no estamos total y absolutamente de acuerdo con él, y al referirse a un tema que lo obsesiona, el Boeing 787 Dreamliner que fue el avión presidencial de Enrique Peña Nieto, hizo estas preguntas:
“¿Quién cuestionó cuando Calderón le dejó comprado el avión presidencial a Peña Nieto?, ¿dónde están los reportajes? (…) ¿Saben qué se hacía con la libertad de expresión?”.
Preguntas que él mismo respondió así:
“Se negociaba. Por eso se tenían medios, para sacar prebendas, no se ejercía la libertad de expresión, de prensa, era letra muerta y era usada para sacar provecho particular”.
Yo aquí le quiero contestar a Andrés Manuel, diciéndole que yo sí cuestioné la compra del avión en varias columnas, en ejercicio de mi libertad de expresión que no negocié y efectivamente ejercí.
En mi columna del 23 de agosto de 2012 escribí: “De adquirirse el 787, Enrique Peña Nieto sería uno de los gobernantes que mejor transporte aéreo tendría a su disposición, lo que no tiene nada de malo. Lo que sí está muy mal es que nuestras autoridades militares, con el aval del Congreso, adquieran un avión más lujoso y caro de los que usan varios de los gobernantes de países más ricos que el nuestro”.
Un día después escribí: “Me pregunto si realmente necesita el presidente de México un Boeing 787 Dreamliner (…) Tal vez es hora de que el avión presidencial refleje la realidad del país y no las pretensiones primermundistas de sus gobernantes (…) El próximo avión presidencial debe ser ejemplo de austeridad sin sacrificar seguridad”.
Es más, el 11 de julio de 2000, antes de que a él se le ocurriera, escribí que debían eliminarse la silla y la banda presidenciales y el Estado Mayor Presidencial, que el presidente debía abandonar Los Pinos y regresar a Palacio Nacional, y critiqué la compra que hizo Miguel de la Madrid del Boeing 757: “El avión presidencial TP-01, adquirido con el dinero de todos los mexicanos (…) para Carlos Salinas de Gortari. Se trata de un Boeing 757, cuyo precio actual es de 43 millones de dólares (76 067 millones de pesos, a cambio de divisa de ese año) (…) Muchos gobernantes de países europeos mucho más ricos que el nuestro envidian al presidente de México cuando ven el TP-01, en vista de que viajan en aviones mucho más pequeños y austeros (…) Existen excelentes aviones de menor tamaño, igualmente seguros, que cuestan muchos millones menos de dólares y son de más económica operación”.
Insisto, Andrés Manuel, “no somos iguales” todos, como pretendes hacerle creer al pueblo bueno y sabio.