El 16 de julio de 1969 partió hacia la Luna la misión espacial estadounidense Apolo 11. Cuatro días después, el módulo lunar Eagle se desprendió de la nave Columbia y aterrizó al sur del Mar de la Tranquilidad. Seis horas después, a las 2:56 (UTC) del 21 de julio, Neil Armstrong se convirtió en el primer ser humano en pisar la superficie lunar. Minutos después, Buzz Aldrin sería el segundo.
Para que, como dijo Armstrong, se diera “un pequeño paso para un hombre, un gran salto para la humanidad”, la NASA (Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio, por sus siglas en inglés) creó tecnologías que, al adaptarse a usos civiles, transformaron nuestra manera de vivir.
Estos son algunos de los productos que surgieron gracias al Apolo 11:
Desde su fundación en 1958, la NASA ha generado más de 6 mil 300 tecnologías que hoy se usan cotidianamente.
Por todo lo anterior es sorprendente que el 5 de mayo de 2015, en una conferencia que dio en San Cristóbal de las Casas la bióloga María Elena Álvarez-Buylla, al participar en el Seminario El pensamiento crítico frente a la hidra capitalista, organizado por el EZLN, afirmara que la ciencia occidental ha producido los avances más deslumbrantes y, a la vez, más inútiles, como la llegada a la luna”.
Más sorprendente aún es que quien dijera tal disparate sea hoy la directora general del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), el organismo público cuyo objeto es “articular las políticas públicas del gobierno federal y promover el desarrollo de la investigación científica, el desarrollo tecnológico y la innovación”.
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