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Hace (1) meses
El 3 de marzo en la imaginaria universitaria

Fecha realmente representativa en el recuento de las efemérides hidalguenses es, sin duda, el 3 de marzo de cada año, significado por recordar dos momentos trascendentales de la historia de la entidad: en primer término, por haber sido el día en que se iniciaran formalmente los cursos en el Instituto Literario y la Escuela de Artes y Oficios anexa a ese plantel, y enseguida porque en esa misma fecha, 92 años más tarde, quedó erigida la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.

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Fecha realmente representativa en el recuento de las efemérides hidalguenses es, sin duda, el 3 de marzo de cada año, significado por recordar dos momentos trascendentales de la historia de la entidad: en primer término, por haber sido el día en que se iniciaran formalmente los cursos en el Instituto Literario y la Escuela de Artes y Oficios anexa a ese plantel, y enseguida porque en esa misma fecha, 92 años más tarde, quedó erigida la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.

Dos acontecimientos que unen en la historia a dos instituciones educativas caracterizadas por el impulso a la educación superior en el estado. Por otra parte, es conveniente recordar que tal fecha fue determinada por los fundadores del otrora Instituto Literario por haber sido en la que un año antes, en 1868, abrió sus puertas la Escuela Nacional Preparatoria, proyecto impulsado por Gabino Barreda dentro del más puro positivismo de la época.

Por más de un siglo, el 3 de marzo quedó significado en los calendarios escolares del instituto y en los primeros de la Autónoma de Hidalgo por ser el día de iniciación de cursos, de modo que, para mi generación y muchas de las anteriores y posteriores, el 3 de marzo fue una fecha realmente simbólica. Cómo no recordar que mi primer día de actividades al ingresar a esa institución se efectuó el viernes 3 de marzo de 1961, día en que fuimos citados todos los alumnos para recibir al doctor Jaime Torres Bodet, entonces secretario de Educación de Pública, quien, en representación del presidente López Mateos, vino a inaugurar los cursos de la que a partir de ese momento se convertiría en la Universidad Autónoma de Hidalgo.

En este contexto de ideas, cómo olvidar que en aquellos años el tercer día de marzo era para los alumnos de primer ingreso el inicio de cruentas novatadas —nada que no se pudiera soportar— a través del cual diariamente será objeto de guasas, chacotas y burlas que había que aguantar estoicamente hasta mediados de año cuando, tras el “paseo del perro” —que tal era denominación que se daba a los alumnos de primer ingreso— cesaba el maltrato y desde luego las bromas de los alumnos de cursos superiores.

A quienes tocó iniciar los estudios de educación secundaria  aquel 3 de marzo de 1961, parteaguas entre el fin del antiguo Instituto Científico Literario Autónomo —ICLA— y el principio de la Universidad Autónoma —UAH entonces— como en mi caso, la historia nos permitió vivir y convivir en el solariego edificio de Abasolo 600, donde permanecimos hasta  1962, en razón de que los estudios secundarios que tenía el ICLA ya no pudieron impartirse en la etapa de universidad y nos mandaron a concluir el tercero a la Secundaria Oficial de Pachuca, convertida años después en Secundaria Federal 2, que en ese entonces se estableció muy cerca del edificio universitario, en la calle de Bravo —donde actualmente se encuentra el Foro Cultural Efrén Rebolledo— y muy a nuestro pesar nos fuimos a aquella vetusta casa, construida a finales del siglo XIX por el gobernador Rafael Cravioto.

Pero la mayor huella que aquellos días de marzo dejaron en nuestras conciencias fue compartir la gran leyenda del instituto, plantel donde tuvieron cabida los más importantes y reconocidos profesionistas de la entidad, muchos convertidos en verdaderas leyendas, que daban forma a historias y tradiciones estudiantiles. Nadie ignoraba, por ejemplo, la existencia del doctor Ricardo García Izunsa, oftalmólogo de profesión y maestro por vocación, cuya dureza se reflejaba en truculentos pasajes de la vida estudiantil, en los que se narraba la temprana visita al interior de la fuente de la garza para que algún despistado terminara de despertar y no olvidara la clase recibida.

Otros casos dignos de recordarse merced a su particular actuación como profesores fueron los de los insignes y severos Pilar Licona Ayala, Jesús Morales Monter, Esperanza Ortega Zacatenco, Nicolás Soto Oliver y Salvador Rivera Trejo, en tanto que otros se inmortalizaron por su benignidad y comprensión hacia el gremio estudiantil, como Joaquín Lara Delgado, Tomas Devereux o Raúl Guerrero Guerrero, pero todos, absolutamente todos, coadyuvaron forjar nuestro concepto contemporáneo de las ciencias y las artes y despertaron nuestro espíritu crítico y a esa, mi generación, le legaron la historia y la fama del plantel que andando el tiempo y tras convertirse en universidad es hoy una de las diez instituciones mejor valuadas del país.

El día de ayer se cumplieron 155 años de la fundación del otrora Instituto Literario y 63 del nacimiento de la Universidad Autónoma del Estado, de alguna manera prolongación de aquel centenario plantel y, aunque la fecha parece naufragar en el proceloso mar de la historia, existen todavía muchos viejos estudiantes que recuerdan el 3 de marzo como una fecha de gratos recuerdos, aquella en la que emocionados asistíamos al inicio de nuestras actividades estudiantiles invadiendo con gran algarabía el barrio universitario delimitado por las calles de Abasolo, Doria y Jiménez a las que el doctor Jesús Morales Monter bautizó como “el caminito de gloria”, sendero recorrido diariamente por cientos de estudiantes de esta institución educativa.

Sean estas líneas un fervoroso homenaje al alma mater de miles de egresado de sus aulas y ocasión para que los nuevos integrantes de la máxima casa de estudios de la entidad entiendan y aquilaten el significado tanto del edificio de Abasolo 600 como de los símbolos que guarda entre sus pasillos, escalinatas, jardines y crujías.

La imagen que ilustra esta columna corresponde al vetusto edificio universitario fotografiado hacia 1927.

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