¿Qué le debe el presidente López Obrador a Manuel Bartlett que lo protege tanto? ¿O qué le sabe Bartlett a López Obrador que sigue pagando el costo político de mantenerlo? Desde hace meses, mucha gente —incluso dentro del gobierno y Morena— se está haciendo esas preguntas.
El domingo por la noche, una investigación que publicamos en The Washington Post y en LatinUS, empieza a responder esa pregunta: la figura de Bartlett se dibuja como el mecenas del presidente AMLO, un hombre que lo impulsó con alianzas políticas y apoyo financiero. La llegada al poder del proyecto lopezobradorista ocurrió de la mano —y con la ayuda material— de la maquinaria política y de negocios ligados al poder y al dinero público de uno de los personajes que mejor encarna la corrupción, el autoritarismo, la arbitrariedad y el despotismo del viejo régimen priista, Manuel Bartlett Díaz, al grado que la casa oficial del gobierno electo de México… era una casa Bartlett.
Pero no una más, no una de las otras 23. Esta fue la sede del gobierno de México, fue una sede de Estado, ahí recibió López Obrador a Mike Pompeo y otras figuras de gobiernos internacionales, ahí decidió acabar con el aeropuerto, ahí recibió a su gabinete y tomó decisiones trascendentales, ahí grabó su famoso video de “¿Quién manda aquí?”.
Ya sabemos quién manda. Ya sabemos por qué no se le toca.
Según exhibimos con documentos en el reportaje “La Casa Bartlett de AMLO”, la casona porfiriana de la calle de Chihuahua número 216 es propiedad de la empresa Top Real State, cuyo accionista mayoritario es Jesús Hernández Torres, un hombre que empezó a trabajar a la vera de Bartlett Díaz desde hace 49 años y desde hace una década es socio de su hijo, León Manuel Bartlett Álvarez. Desde que se publicó el reportaje, muchos que conocen la relación lo dejaron claro en redes sociales: Hernández Torres es el prestanombres de Bartlett.
Se trata del mismo modus operandi —que documentamos el año pasado en El Universal y W Radio en dos reportajes de Arelí Quintero— que usó Bartlett por medio de su pareja, sus hijos y sus asociados para amasar una fortuna de por lo menos 800 millones de pesos en casas y empresas.
Asentado en esta fortuna ha logrado comprar el perdón de López Obrador que ha hecho un esfuerzo notable por limpiar el negro historial de Bartlett (denunciado por los peores crímenes cuando fue figura central del autoritarismo priista) con intentos propagandísticos de convertirlo en héroe de la defensa de la nación.
Primero lo colocó en el gabinete. Luego lo exoneró cuando revelamos sus 23 casas y 12 empresas. Más tarde lo defendió cuando se exhibió que su hijo especuló con los precios de los ventiladores en medio de la pandemia. Y se tapó los ojos cuando denunciamos que su hijo recibió del gobierno actual más de 160 millones de pesos en contratos con el Ejército, la Marina, el IMSS, el ISSSTE.
En la encomienda de limpiar a Bartlett, el presidente ha pagado un alto costo político, al grado que desgarró su bandera anticorrupción, y el motivo está claro: los compromisos corruptos con el viejo político alcanzan al presidente.
SACIAMORBOS. Morena terminó comprando esta “Casa Bartlett”. Anunció que ahí quería inaugurar el Museo de la Cuarta Transformación. Todo un simbolismo.
Pero hay quien lleva el tapabocas… en los ojos.