Ta madre… otra vez a pasar por el Colosio, esa era la expresión de muchos conductores que usábamos antes el bulevar que más tarde fue bautizado como Supervía. Vimos, durante el anterior gobierno, la construcción de puentes y más puentes y de pronto, un viaje que hacíamos en 25 a 30 minutos se reducía a 15. Pero yo, al igual que muchos, solo usábamos esta avenida.
Pero alguien, quizás un genio, vio que lo que hicieron en el gobierno anterior estaba mal hecho. La magna obra del gobierno saliente, el puente colgante, ese que nos dejó dos años atorados, ¡no sirve! Y así, de la nada, vimos nacer el primer puente con topes en su bajada y que, porque alguien lo decidió, lo reduce de tres a dos carriles.
La idea, creo yo, es que fuera una vía rápida. Y no lo sé, no soy experto, pero diario uso el Colosio y hoy lo digo: se ha vuelto un dolor de huevos. Desconozco si las pruebas que hizo, supongo, la Secretaría de Movilidad y Transporte, fueron ciento por ciento científicas, pero algo no salió bien si para cruzar una vía rápida tu coche debe detener su marcha en la cima de un puente.
Vaya, ojalá encuentren una mejor solución, más allá de un revanchismo político que trate de minimizar una obra que para bien o para mal ya está hecha y difícilmente será destruida.
PAYASADAS:
Ahora sí los taxistas ponen el grito en el cielo. Fuera Uber, y eso que no ha llegado; pero si este sector no se moderniza y no entiende que su sistema no solo caducó, sino que además transgrede en muchas ocasiones los derechos de los usuarios, estamos todos fregados. Y así, muchos pensamos: sí, ¿por qué no? ¡Que venga Uber!
