Si votamos por el ganador y resulta malo, nos sentimos un poco culpables. Si no votamos nos reclaman por no ejercer nuestro derecho-obligación. Y ya ni hablar del sentimiento de haber perdido el tiempo si votamos por la fórmula no ganadora. Es al político ganador a quien le beneficia una alta participación electoral pues un alto número de votos le da credibilidad al candidato electo. Pero ¿es al único?
La baja abstención es un dato que a menudo se cita en los estudios políticos, junto con la suposición de que cuanto mayor sea el porcentaje mejor: el sueño electoral sería una participación del 100%. Pero rara vez cuestionamos esta máxima democrática que rechaza la creencia de que no votar puede ser en sí misma una forma de manifestación política, o incluso, una protesta contra todos los candidatos disponibles.
Pero, ¿Cómo podemos saber si el no ir a votar es por rechazo, olvido, indiferencia o ignorancia?
Muchos mexicanos insisten en el argumento de que un voto no hace la diferencia. En la mayoría de las elecciones, la posibilidad de que un voto marque la diferencia es cercana a cero.
El voto nulo tampoco sirve para ejemplificar un rechazo político. En una democracia, la elección es comunitaria, no individual. Aunque es prácticamente imposible que un voto individual decida una elección masiva, el voto ciudadano sí lo hará. Por lo tanto, votar es formar parte de la comunidad e, incluso, formar una parte más relevante en comparación a los ciudadanos que no votan. Literal, es dejar que otros decidan por usted, pues aumenta el peso electoral de los votos de sus vecinos que si acudieron a ejercer su derecho.
Mientras tengamos elecciones libres nuestros gobernantes no tendrán poder dictatorial. Las dictaduras siguen en nuestros tiempos y no hace falta voltear a mirar a otros continentes, países latinoamericanos muy cercanos geográficamente a México no tienen democracia sino sistemas totalitarios legitimados por elecciones cuestionadas y rechazadas por gran parte de la comunidad internacional.
Mi objetivo en esta columna de opinión no es impulsar el derecho a votar. Mi motor periodístico es que la ciudadanía esté más informada. En las carreras electorales, los mexicanos deberíamos estar adecuadamente enterados sobre los candidatos y sus propuestas. Esa es tarea de los políticos, de los medios de comunicación y también de los ciudadanos. Vivimos en una época en la que sobra la oferta informativa gracias al Internet y también vivimos en una era en la que veo mucho activismo político por parte de los mexicanos que expresan con firmeza el gusto o rechazo por los políticos o por el proceso democrático en general.
Podemos publicar, expresar o defender férreamente nuestros pensamientos, memes, insultos o creencias en Facebook, Twitter y otras redes sociales, sin embargo, ninguna de esas acciones tiene el poder que tiene su voto. No hay otra ocasión en la que unos minutos de su tiempo puedan tener un impacto tan significativo en nuestras instituciones.
Y es que su voto cuenta.
Ya lo dijo el histórico exprimer ministro británico Winston Churchill, “la democracia es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre, con excepción de todos los demás “.