“Universidad del despotismo”
 
Hace (35) meses
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Quien se alzó en 2018 con la victoria y llegó al poder con las reglas de las actuales instituciones electorales, es hoy su más feroz enemigo. El líder del “partido oficial” convoca a “exterminar” (sic) al actual árbitro electoral, actuando como fascista.

Desde 1977 y muy notablemente en 1988 a raíz de la crisis de transparencia en el ejercicio y conteo del voto, México acumula casi medio siglo diseñando un sistema electoral suficientemente confiable, que permita resultados electorales creíbles y auditables. Nada de esa larga historia accidentada es importante para quien —desde el púlpito mañanero— encabeza la obra contra las instituciones de Salud, Seguridad Pública, Seguridad Nacional, de infraestructura y mueve a su gusto facultades de cualquier secretaría de Estado y hasta de las fuerzas armadas para seguir concentrando en su persona el poder de manera absoluta.

Madeleine Albright vivió los trágicos errores del siglo XX que llevaron al poder al fascismo en varios países de Europa. La embajadora y exsecretaria de Estado de su país, advierte en Fascismo, (libro aparecido en 2017) sobre los pasos que siguen los países que han terminado bajo regímenes fascistas:

Diga el lector si desde una óptica mexicana las advertencias de Madeleine se acercan o no a la receta que parece seguir quien hoy concentra más poder que cualquier otro presidente desde Plutarco Elías Calles. “En todo el mundo, los gobiernos represivos aprenden unos de otros. Si hubiera una universidad de despotismo, me imagino los títulos de sus asignaturas: ‘Cómo amañar un referéndum constitucional’, ‘Cómo intimidar a los medios de comunicación’, ‘Cómo destruir a los rivales políticos mediante investigaciones y noticias falsas’, ‘Cómo crear una comisión de derechos humanos que encubra las transgresiones de estos’, ‘Cómo dominar una asamblea legislativa’ y ‘Cómo dividir, reprimir y desmoralizar a los opositores para que nadie crea nunca que puede vencer’”.

La imitación 4T del régimen chavista avanza sin freno ni contrapeso alguno. Si México se aleja de la universidad del despotismo será a partir de que una mayoría de electores decida alejar la amenaza que cada vez más ahoga, nulifica y destruye a nuestras endebles instituciones, bajo la acusación de ser incorregiblemente “corruptas”.

No hay acción alguna en este gobierno carente de componente electoral orientado a concentrar más poder, ni otro protagonismo que el de quien se ostenta como portador del estandarte del nacionalismo y lo presenta como columna vertebral de una supuesta defensa acentuada de la soberanía nacional, siempre idealizada, aunque irrealizable en un mundo globalizado e interdependiente.

Aislar a México hasta reducirlo al tamaño de una cáscara de nuez implicará un enorme retroceso social y económico, con un mayor incremento real de la pobreza, mayor retraso educativo, involución tecnológica y una crisis económica permanente y sin precedente.

Una versión simple, sin planeación ni bases reales sino sostenida en slogans, es seguir ahondando que se vive en otro planeta, donde la realidad se construye con “otros datos”, el crecimiento no importa, la economía y el desarrollo se logran por decreto y la felicidad se obtiene con un par de zapatos, entre salmos y aplausos de alabanza al líder.

La realidad se ha encargado de ir develando poco a poco el auténtico rostro del gobierno de la 4T: autoritario, unipersonal, anticientífico, misógino, intolerante, destructor de equilibrios, negado a la crítica de los medios de información y –en suma— contrario a una democracia republicana.

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