Una inflación creciente puede causar una revuelta social
 
Hace (21) meses
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Eduardo Ruiz-Healy

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El aumento de precios sigue y hasta el momento han fracasado los esfuerzos del Banco de México para contenerla y los del gobierno federal para aminorar sus nefastos efectos sobre la capacidad de compra de las clases que menos ingresos perciben.

En junio, como lo informó ayer el Inegi, el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) aumentó 0.84 por ciento respecto al mes anterior, lo que ubicó la inflación general anual en 7.99 u 8.0 por ciento en números redondos. El índice de precios subyacente llegó 7.49 por ciento a tasa anual mientras que índice no subyacente alcanzó el 9.47 por ciento a tasa anual.

Estos porcentajes estuvieron arriba de las expectativas que tenían para junio los Especialistas en Economía del Sector Privado encuestados por el Banco de México que esperaban que el INPC anualizado fuera de 7.50 por ciento y la inflación subyacente anualizada llegara a 6.88 por ciento.

Es conveniente aquí recodar que, como lo señala el INEGI, “La inflación subyacente se obtiene eliminando del cálculo del INPC los bienes y servicios cuyos precios son más volátiles, o bien, que su proceso de determinación no responde a condiciones de mercado. Así, los grupos que se excluyen son agropecuarios, energéticos y tarifas autorizadas por distintos órdenes de gobierno”.

La gravedad de la situación que enfrentamos todos los mexicanos, y más lo que menos tienen, es que el aumento de los precios de un gran número de productos que consumimos, sobre todos los de los alimentos, aparentemente está fuera de control.

En los últimos 12 meses, los precios de alimentos procesados, bebidas y tabaco aumentaron 11.84 por ciento anualizado, los de mercancías no alimenticias 7.78 por ciento y los de loncherías, fondas y taquerías, restaurantes y similares, servicio de telefonía móvil, mantenimiento de automóvil, consulta médica, servicios turísticos en paquete, entre otros, 6.61 por ciento.

En el mismo periodo los precios de frutas y verduras crecieron 14.39 por ciento, los de productos pecuarios (carne de res, pollo, cerdo, borrego, pescado, leche y sus derivados, huevo y miel) 15.51 por ciento.
Con estos incrementos, es difícil que la mayoría de las familias estén bien alimentadas y nutridas y más difícil aún es que estén contentos los responsables de llevar el pan a la mesa de sus hogares.

Y ese descontento que seguramente ya existe entre cada vez más hombres y mujeres que mantienen a sus familias puede convertirse en un gran descontento social que genere mayor violencia en nuestras ciudades.

Diversos investigadores han determinado que existe una correlación entre el aumento de los precios de los alimentos y el descontento social. En algunos países ese descontento ha causado la caída de sus gobiernos.
Por lo anterior, el Banco de México debe actuar con más vigor que el que hasta ahora ha demostrado para contener la incontenible alza de los precios que empezó en enero de este año cuando la inflación anualizada se ubicó en 7.07 por ciento.

Y el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador debe diseñar y adoptar medidas más eficaces que las del Paquete Contra la Inflación y la Carestía (Pacic) que anunció a principios de mayo, luego que en abril el INPC anualizado llegó a a 7.68 por ciento.

Hoy, lo que a los mexicanos menos nos conviene es una revuelta social que venga a agravar más la de por sí complicada situación por la que atraviesa el país.

Eduardo Ruiz-Healy

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