Si nosotros hablamos de transiciones, hacemos referencia en la forma en que vamos de un estado a otro.

La transición, en este caso, hace referencia del paso del Estado neoliberal a otro, quizá el Estado popular, aun cuando el gobierno de la 4T no ha sido muy claro en ese sentido.

Por su parte el Estado neoliberal sí ha sido definido por el gobierno federal: es el catalogado y, en su caso, demostrado, como corrupto, delincuencial, lleno de sangre, responsable de desapariciones forzadas, perseguidor y creador de la pobreza.

Aun cuando el gobierno de México se ha querido desmarcar del neoliberalismo, esto solo ha sido en las palabras de las conferencias matutinas del presidente de la República, porque en los hechos y las decisiones ha sido tan neoliberal como cualquiera.

Explica por ello que está en proceso de transición. Hay, en ellas, una ausencia real, una clara definición del nuevo Estado, si ese al que vamos transitando según los miembros del diverso gabinete presidencial, podríamos llamarlo Estado popular; sin embargo, ese Estado necesita una definición y no ha sido claramente dada por el conductor de la 4T.

Dirán los que saben, en este caso, seguir sin cuestionar, que el presidente debe de haberlo escrito en el Plan Nacional de Desarrollo: no, ahí no está.

Lo que sí está claro, es el señalamiento que realiza al asegurar que “el mayor desastre de este periodo de 36 años fue, sin duda, la destrucción del contrato social construido por los gobiernos posrevolucionarios y la incapacidad de remplazarlo por un nuevo pacto”.

Aseveración que nos habla de la necesidad de crear un nuevo pacto, aun cuando no queda descrito de manera específica.

O de retomar uno, tampoco sabemos cuál. Pero ¿por qué hablar de todo esto? Por algo simple, la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales ha puesto sobre la mesa siete transiciones, es decir siete puntos emergentes que nos harán llegar de un Estado a otro.

Pero ¿a cuál estado? Esto habla mucho de por qué las indiscreciones del secretario Toledo no causaron más revuelo del esperado, a pesar de las duras críticas hechas al gobierno federal, del que es parte.

El presidente dijo que tiene derecho, que en su gabinete hay diversidad de opiniones y que él respeta a cada uno de los integrantes del mismo, claro, y en la Semarnat hay transiciones, acciones más apegadas al plan de la 4T.

Más que en otros porque al menos ya las enuncia. También la Secretaría de Economía asegura que impulsará a través de su programa, políticas públicas, programas y acciones que propicien procesos de diversificación, innovación e inclusión, esto en el ámbito económico, y aun cuando no detalla la manera en que estos procesos se vincularan con otras áreas del Ejecutivo federal, deja en claro que se debe superar la limitada competencia del mercado interno.

Pero bueno regresemos a las transiciones planteadas por la Semarnat, en ellas detalla al menos siete propuestas programáticas en las que se debe encaminar el trabajo cotidiano de la secretaría.

Una de ellas es la transición hídrica, a la que coloca como una política de emergencia y establece que el agua es el pilar del bienestar.

Suena lógico, al menos más lógico que la petición que, según el secretario de medio ambiente, recibió del jefe de la Oficina de la Presidencia, para que dejara de ser tan duro con Grupo México, responsable, casualmente, de contaminar ríos y arroyos en Sonora.

Lo raro es que la primera aseveración de la secretaría, la deja del lado de las empresas y no del pueblo, pues dice que “de los 560 conflictos ambientales detectados por la secretaría, 86 son hídricos, principalmente contaminación de cuerpos de agua por descargas residuales de la industria”, vaya 560 conflictos ambientales en un país atravesado de punta a punta por el desastre ambiental, por el vertimiento irregular de desechos en ríos, arroyos, lagos y lagunas.

Algo que se ha señalado de manera constante en diversos lugares, dirán los que dicen saber, que se ha hecho una estructuración, un aglutinamiento de problemáticas para atender a las que tienen características similares y evitar la dispersión.

Dice la secretaría que las transiciones son políticas emergentes para rescatar al estado “para cumplir con los objetivos núcleo de la Cuarta Transformación, que se centran en rescatar al Estado para que pueda cumplir nuevamente la función esencial que justifica su existencia: velar por el bienestar general de toda la población”.

¿De qué van a rescatar al Estado?

¿No será más importante rescatar el manejo de los recursos naturales, a las comunidades del desastre ambiental en el que viven?

Asegurar, en la Semarnat, que ellos también van a rescatar al Estado, es dejar de lado los objetivos precisos de su programa de trabajo, que están orientados a construir políticas en función del agua, del bienestar ambiental de las personas, de erradicar la contaminación y la devastación.

Aun cuando entre los puntos de la transición se habla del saneamiento del agua, la realidad del país muestra que, en el mediano plazo, esto no se conseguirá, menos con las posturas del presidente, según lo dicho por el secretario de Medio Ambiente

. La verdad es que pudiéramos hablar de Tula, de su río y su presa, de las aguas que vienen de la ciudad de México, de la esperanza de la gente de tener una mejor calidad de vida, eso sería sensacional encontrar en los programas gubernamentales y en la matutinas del presidente.

De eso no habla la transición, desafortunadamente, eso quiere decir que seguiremos buscando transitar hacia mejores futuros y hacia mejores momentos en cuestiones ambientales.

Las transiciones anunciadas por el secretario de Medio Ambiente, son un buen argumento para las palabras del presidente, para justificar la filtración de su conversación.

Para decir que está bien.

Al menos en las palabras, el secretario, le dice que está con él, no con el pueblo claro, pero si con él y eso es lo único que importa.