Total, que se chingue Hidalgo – Columna de Bertha Alfaro
 
Hace (31) meses
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La llegada de aguas putrefactas a Hidalgo tiene un largo historial que se remonta a 1606, con el Tajo de Nochistongo que posteriormente se rectifica en 1639 y cuya finalidad era llevar aguas residuales al Valle de Tula.

Tres siglos después Porfirio Díaz inaugura el 17 de marzo de 1900 el Gran canal del desagüe y fue así que comenzaron a llegar las aguas residuales a esta región semidesértica que es el Valle del Mezquital. ¿Quién se imaginaría que esa obra traería a la larga contaminación y desgracias que hoy tienen a Tula sumida en una tragedia con daños incalculables?

Cuenta la historia que en los años 20 en el río Tula se construyó un sistema para distribuir y regular el agua negra para el uso agrícola. Durante las siguientes décadas se amplió el sistema de riego y la presa Endhó fue construida entre 1947 y 1951 para contener las aguas que llegaban y almacenarlas para los periodos de escasez.

Hasta ahí todo estaba chingón, porque por cuando menos en esa zona tan castigada por la sequía, ahora contaban con agua para riego.
Pero lo que de plano le vino a dar en la madre a esta región de Hidalgo fue la construcción en 1975 del Túnel Emisor Central, cuya función era conducir fuera del Valle de México las aguas del sistema de drenaje profundo y a partir de ese momento la presa Endhó se convirtió en la cloaca más grande del mundo, con el impacto de contaminación para los habitantes de Tula y sus alrededores, además de los mantos acuíferos y, lo más lamentable, el riego con aguas negras de poco más de 100 mil hectáreas de cultivos.

Total, que desde entonces la mentalidad era que se chinguen los hidalguenses, con tal de deshacernos de las aguas cochinas del llamado Distrito Federal y del Valle de México.

Innumerables son los estudios realizados donde se da cuenta de las enfermedades provocadas por las aguas contaminadas y que han sido ignoradas por los responsables de cuidar la salud del pueblo; que se jodan los hidalguenses, con tal de no tener la mierda en casa.

Pero lo que de plano le puso en la madre a Hidalgo fue que a la par de la construcción del Túnel Emisor Oriente que con el otro túnel generaban un aporte de aguas residuales importante, fue el que no hubo obras para que la llegada de un gran afluente no inundara a Hidalgo como ocurrió el pasado 7 de septiembre.

Y así como hace algunos meses el gobierno federal decidió inundar comunidades pobres de Tabasco antes que a Villahermosa, parece que ahora ocurrió lo mismo con Hidalgo antes de fastidiar Ciudad de México.

Lo cierto es que 17 muertos y poco más de tres mil familias que se quedaron con lo que llevaban puesto, parecen efectos menores de una tragedia de la que no se sabe si fue producto de ignorancia, negligencia o valemadrismo.

Lo que sí se sabe es que las familias de las personas que murieron en el hospital del IMSS piden una explicación a la desgracia de haber perdido a sus esposos, hijos, padres, hermanos.

Doña Nadia y sus hijas viven en un cuarto prestado en casa de un hermano. Ella perdió a su esposo y sostén de la casa, lo que ya no le permitió seguir pagando la renta, además que aún debe 30 mil pesos del pago de la funeraria.

Mientras coloca una veladora en el pequeño altar, Doña Nadia confía que alguna autoridad se acerque y le ofrezca el apoyo que aseguran están otorgando a damnificados y familiares de las víctimas.

Recordar la historia y ver la dimensión de la tragedia que hoy padece Tula, nos muestra que Hidalgo es tan poca cosa en el ámbito federal que no merece respeto y mucho menos obras de nivel que eviten la contaminación, prevengan inundaciones y lo más importante, que no destruyan la vida de los hidalguenses.

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