Marchas, plantones, quejas y bloqueos. Esa será la tónica de las próximas semanas en Hidalgo, pues grupos y organizaciones, unos de manera legítima y otros simplemente con ánimo de lucrar, saldrán a la calle a reclamar reivindicaciones de todo tipo aprovechando el periodo de campaña y, estirando la liga un poco más, durante el periodo de transición de un gobierno estatal a otro.
Todas estas manifestaciones buscan algo. Insisto en que algunos realmente tienen un interés urgente de resolver problemas, pero en la mayoría de los casos se trata de presiones de grupos con intención política para aprovechar el momento y ganar algo para su causa.
La extraña oportunidad de estas manifestaciones se da cuando las autoridades estatales y municipales están limitadas en su actuar y opinión. Si los funcionarios se quedan callados, malo; y si salen a contestar o actuar contra quienes afectan el orden, malo. Por eso hay marchas que exigen cosas absurdas como la gratuidad del transporte público y el regreso de todas las combis, y exigen una audiencia pública con el gobernador. Por eso también hay quienes se acuerdan de agravios (o presuntos agravios) ocurridos hace dos décadas, y deciden salir a exigir justicia cuando ya nadie se acuerda, salvo ellos, de lo ocurrido.
Que no nos sorprenda, pues, la súbita aparición de manifestantes de todo tipo, color y filiación. A río revuelto, ganancia de pescadores. Y si los pescadores forman parte de universidades, partidos u organizaciones civiles, pues mejor para ellos.