Sí, culto a la personalidad
 
Hace (24) meses
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Marco Moreno
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Hablar de política en América Latina es hablar de la manera que su historia se ha balanceado entre el desarrollo y la dependencia, la forma en que la soberanía nacional ha sido elemento de discursos, pero, de ninguna manera real.

La soberanía nacional se ha convertido más en signo de resistencia, que, de identidad y reconocimiento personal, más en retórica en mitad de los desastres en los que se ha convertido la zona. La que no es de conquista y se encuentra totalmente conquistada.

Bajo el argumento de la globalización, México, hasta ahora, no cuenta con una propuesta de crecimiento económico y desarrollo científico. ¿De qué soberanía hablamos cuando dependemos para la simple construcción de un puesto de trabajo del exterior? ¿De qué soberanía hablamos cuando somos un país fincado en la maquila?

¿De cual soberanía cuando estamos llenos de pobres? Algo tenemos que hacer, no se trata de desechar el concepto de soberanía, más bien, de lo que se trata es de comprenderlo, de rehacerlo frente a quienes lo restallan cada día en la frente de sus adversarios como si estampas sagradas salidas de un templo, se tratara.

Por eso, frente al culto a la personalidad debemos de ser claros, el culto a la personalidad se da en dos ámbitos políticos, la derecha, la que promueve el liberalismo económico, es el que promueve la apertura del mercado, la baja intervención del estado en la economía y, si, en México ya lo vivimos, desde 1988 hasta 2018.

No hay un culto a la personalidad en el otro extremo, no hay un culto a la personalidad que se pueda alinear, verdaderamente, con la izquierda o la lucha comunista. Este otro populismo, es equidistante al capitalismo, pero también al comunismo, asegura José Guillermo Mártir Hidalgo, en su estudio, Culto a la personalidad, pensamiento único y elitismo.

Explica que “como corriente política, el populismo se caracteriza por su anti elitismo, por el predominio de los planteamientos emocionales sobre los racionales y por la movilización social” de tal manera que en medio de un gobierno en el que se práctica desde la estructura misma de la función pública, el culto a la personalidad, entonces se hace populismo.

También dice que la conceptualización económica del populismo “lo limita a un conjunto de políticas macro económicas, promovidas con el fin de ganar elecciones que, al ser implementadas, generan niveles de gasto insostenibles que desencadenan profundas políticas de ajuste” entonces sí, hablamos de culto a la personalidad y populismo equidistante en México.

Esa parte puede dañar profundamente el proceso de transformación, que dice, el presidente, ha iniciado en México, porque transformar implica trastocar, romper, deconstruir un sistema económica y social para iniciar procesos nuevos, encaminados a lograr un mejor país.

Pero un mejor país, no implica de ninguna manera, el culto a la personalidad, el construir un producto de consumo social. Va mucho más allá, apunta hacia la libertad, hacia la inclusión, hacia la eliminación de la discriminación, no a convertir la exclusión y la discriminación del contrario por el simpe hecho de ser contrario.

Hoy, el presidente es la respuesta en si mismo, la propuesta popular a “la decepción de grandes segmentos de la población hacía políticos tradicionales y, la frustración por las grandes disparidades económicas” como dice en su estudio Mártir Hidalgo.

Pero no podemos aspirar a que se use la decepción popular para construir una propuesta alejada de la realidad, sustentada en esas promesas que no son capaces de ser cumplidas por quien las expresa, se ha visto. Ha quedado demostrado, y sobre las fallas se ha iniciado un proceso de justificación social en función del “antes era peor”, “pero tu te quedabas callado” que discrimina, excluye y abate al contrario en lugar de escucharlo y debatirlo en la razón y la propuesta.

Esta práctica, en política se conoce como sectarismo y este pude ser definido como sinónimo de intolerancia, discriminación y odio entre grupos sociales, políticos, religiosos o entre subdivisiones de un mismo grupo” cita José Guillermo Mártir Hidalgo.

Mal y de malas cuando el sectarismo se extiende y se convierte en práctica social, porque habla de cómo se manipula y se engaña. De cómo se construye el diálogo social en el que la trampa y el recurso retórico son la llave maestra del acto de gobierno. Aroma orwelliano en la sonrisa matutina y en el señalamiento cruento contra quien se opone a inclinar el rostro frente a la personalidad presidencial.

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