Raúl Guerrero, fundador del Cehinhac
 
Hace (23) meses
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Trece años de labor periodística de Criterio
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Sin duda alguna, el etnólogo Raúl Guerrero Guerrero, fue uno de los pilares más importantes en la creación del Centro Hidalguense de Investigaciones Históricas A.C. —Cehinhac— organismo que unió a través de sus integrantes, la experiencia y sabiduría de la madurez, con el ímpetu y esfuerzo de la juventud. Cuando en abril de 1972, Arnulfo Nieto y quien esto escribe, le solicitamos se sumara con nosotros para crear un organismo que aglutinara a quienes trabajaban en los terrenos de Clío —musa de la historia— se integró al proyecto de inmediato con gran entusiasmo.

Recuerdo, aquellas primeras reuniones en el restaurante La Fogata, que se ubicara en la calle de Matamoros, a unos pasos de la Plaza Independencia en Pachuca, en las que el grupo primigenio, integrado con don Raúl —como le gustaba lo llamáramos— Héctor Samperio, Julio Ortega, Arnulfo Nieto y el autor de esta nota, discutimos la incorporación de nuevos agremiados, los que, poco a poco llegaron para consolidar aquel proyecto; el primero propuesto por el profesor Guerrero, fue José Vergara Vergara, entonces estudiante de la carrera de Historia en la Universidad Nacional Autónoma de México —impulsado para ello, precisamente por don Raúl— quien días después se sumó, casi al mismo tiempo, lo hicieron: Edgardo Guerrero, Luis Corrales, Ignacio Bocardo, Luis Rublúo Islas, Arturo Herrera Cabañas y Miguel Ángel Granados Chapa.

La discusión en aquellas reuniones fue en principio, determinar cuál sería la estructura de aquel organismo; Don Raúl siempre fue siempre partidario de que contara con una administración mínima, a efecto de evitar políticas indeseables y disputas a su interior. Sin embargo, hubo necesidad de designar a quienes deberían representarlo públicamente y fue decisión de todos, que don Raúl lo presidiera.

Esta en cierto modo informalidad, permitió que, tras la celebración de las reuniones de carácter académico, nos enfrascáramos en tertulias, muchas de ellas, celebradas en la casa de don Raúl, en la calle “16 de enero de 1869” que regularmente concluían alrededor de su piano —una espineta austriaca— cantando diversas canciones del folklore mexicano. Allí escuchamos con atención la explicación y ejecución de su “Suite Indígena” una extraordinaria melodía que hace un recorrido musical por la geografía y la historia de México —que todavía suelo escuchar en una grabación de aquellos días y no renuncio a impulsar su musicalización para orquesta— muchas fueron las ocasiones que aquellas veladas terminaron hasta la madrugada del día siguiente desayunando tacos mineros en el restaurante del servicio Ludlow, frente a Bomberos.

El hombre de las manos mágicas —solía yo decirle— pues aquellos educados dedos que arrancaban del piano cualquier melodía, se deslizaban también con gran destreza en el teclado de su vieja máquina de escribir —una Remington— de la que emergían con extraordinaria rapidez cuartillas y cuartillas, redactadas con limpieza y sobre todo con impecable ortografía.

Gracias a su afabilidad y bonhomía, pero ante todo a su fina vena picaresca, las reuniones sabatinas del Cehinhac, resultaban sumamente agradables, salpicadas con sus bromas literarias traducidas en cientos de epigramas, no por ello carentes de seriedad académica. Pronto don Raúl Guerrero, se convirtió en elemento consustancial de aquel organismo, que como se ha dicho en otras notas, “se convirtió en fermento de la cultura hidalguense”, en palabras de Arturo Herrera Cabañas.

Fue así mismo el Profesor Raúl Guerrero, el encargado de integrar el primer numero de nuestra revista, Teotlalpan —nombre dado a la región que se extiende entre Pachuca y la ciudad de México, cuyo nombre significa tierra de los dioses— en la vieja Remington que tenía en el museo regional de antropología, del que fue curador desde su inauguración en 1969, instalado en el antiguo edificio universitario en las calles de Abasolo, pasaba largas horas tecleando para la imprenta los trabajos que formarían parte de cada numero de la revista.

Don Raúl Guerrero inauguró la colección Toltecayotl, impulsada por Luis Rublúo, con aquel delicioso libro sobre Alfajayucan un pueblecito otomí dedicado a rescatar la historia de ese bello lugar, en el que nació el 5 de diciembre de 1912, al que siguieron otras muchas publicaciones, entre ellas El Pulque que nació de una conferencia impartida en la sede de la entonces la Casa Hidalguense de la Cultura, ubicada donde hoy se encuentra la Fototeca Nacional y de la Delegación del INAH, otrora, uno de los claustros del exconvento de San Francisco en Pachuca.

Hasta 1978, fungió como presidente de nuestra organización, periodo en el que se publicaron seis números de la revista Teotlalpan y nueve libros dentro de las colecciones Toltecayotl y Ortega Falkoswska con él asistimos a tres congresos nacionales de historia regional, se organizaron dos ciclos de conferencias y dos simposios de historia hidalguense en unión de la Academia Nacional de Historia, uno en la ciudad de México y otro en Pachuca. Aunque el trabajo que mas nos cohesionó, fue la redacción del capitulo dedicado a Pachuca, en la Enciclopedia de México en el que colaboramos siete de los 13 integrantes del Cehinhac.

En 1978, la Academia Nacional de Historia, les concedió a él y a Héctor Samperio, “Las Palmas Académicas” merced a su labor en el terreno de la historia, pero, ante todo, como impulsores del primer organismo de investigación regional en Hidalgo. Al concluir su periodo como presidente, continuó publicando sus trabajos, sobre todo en materia de etnohistoria y folkore y lo hizo hasta los últimos momentos de su vida, concluida el 15 de octubre de 1995, el mismo mes en que, veintitrés años antes se inauguró bajo su presidencia el Cehinhac.

En la placa que ilustra esta columna, puede verse a don Raúl Guerrero en mi biblioteca de las calles de Morelos en mayo de 1975 —hace 47 años— era su etapa más creativa.

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