El mundo es un lugar muy extraño desde hace más de un año y la gente lo asimila de diversas formas.

Los sentimientos negativos, la falta de generosidad, la desconfianza, el malhumor, el rechazo a todo y la ira que brota últimamente, ya sea contra el uso de los cubrebocas, la vacunación, las medidas de aislamiento, la política o cualquier otra excusa no es el camino.

Entiendo la molestia de muchos, pues llevamos ya un buen rato en una situación de crisis pandémica. Pero debería ser una conducta de momentos, no como estilo de vida. Puede afectar nuestra salud el tener un estado de ánimo siempre enojado.

¿Qué se debe hacer entonces? Comprometerse a ser más amables sería un gran comienzo y buscar distracciones positivas el camino: el deporte o la música pueden ser grandes aliados.

Este mes tuve el honor de recibir un reconocimiento a trayectoria periodística por Qlick Noticias en el que la mezzosoprano Nancy Jiménez y el violinista Alexis Trujillo nos conmovieron a todos los que fuimos convocados al hotel Quality Inn por la directora de la revista Quetzalia Vergara. No cabe duda, el arte, a lo largo de la historia, ha sido relevante en momentos de tensión y funciona como una especie de terapia social.

Los reconocimientos nos hacen recordar lo afortunados que somos y en tiempos del coronavirus, la gratitud tiene un alcance más amplio. Ahora soy más consciente de las personas que son muy importantes de formas que desconocía antes de la pandemia: los trabajadores médicos, los bomberos, los maestros, los repartidores y otros esenciales que arriesgan su salud en sus trabajos.

La pandemia nos ha hecho reconsiderar lo que significa estar agradecido. Para cada persona es diferente.

Muchos están agradecidos por el humor, indispensable en momentos de crisis. Otros por las Apps de videollamadas, que nos permiten ver la sonrisa de una persona querida. Otros por sus mascotas, sus nuevos pasatiempos, su fe religiosa, la naturaleza o el tiempo extra que dedican a su familia.

En estos tiempos de pandemia hay fuertes sentimientos que unen a las personas. Los más duros, para los que han perdido a sus seres queridos por la crisis sanitaria.

Pero también hay una sensación colectiva de pérdida incluso para los que no tienen familiares fallecidos durante estos meses: para los niños que han perdido horas en sus grupos de juegos, para los desempleados que han perdido un ingreso estable, para los jóvenes alejados de meses que deberían ser gratamente inolvidables en sus vidas, para las familias que perdieron horas valiosas con otros parientes y para todos aquellos que suspendieron emocionantes planes o que dijeron adiós a sus rutinas o actividades preferidas.

¿Una nueva normalidad? No creo que podamos lograr nada parecido a lo normal mientras la mayoría de nosotros no estemos vacunados y siga rondando un virus pandémico por ahí.

Además, queremos la vieja normalidad, no la nueva. Ya hasta aprendimos a reír con el cubrebocas puesto.
El doctor Tedros Adhanom, director general de la Orga-nización Mundial de la Salud, nos recomendó en los primeros meses de la pandemia que seamos cuidadosos, atentos y amables. Enfatizo esta última: la palabra amable, significa digno de ser amado.

No dejemos de ser esos mexicanos tan gratamente conocidos a nivel mundial: que se miran con buenos ojos, que escuchan con los oídos abiertos y el corazón dispuesto a comprometerse por un bien mayor. Si habrá una nueva normalidad, que sea construida en un suelo firme de cimientos amorosos, en lugar de un pantano de sentimientos negativos.

Recordemos esto: durante el año anterior, nos hemos adaptado y crecido, por lo que seguiremos demostrando fortaleza ante las crisis que deriva el coronavirus.

La mayor lección que el coronavirus puede enseñar a la humanidad es que todos estamos juntos en esto.