Primera visita de un virrey a Pachuca
 
Hace (38) meses
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El miércoles primero de abril del año de 1598, el antiguo Real de Minas de Pachuca –para entonces conocido como Real de “Tlahuelilpa”– despertó más temprano que de costumbre, a las cuatro y media de la madrugada, don Pedro de Ledesma, a la sazón Alcalde Mayor de los cuatro Reales conocidos en su conjunto como Minas de Pachuca, estaba ya en la Plaza Mayor –hoy De la Constitución– a efecto de vigilar los últimos toques al manteado y templete allí colocado para recibir nada menos a que a don Gaspar de Zúñiga y Acevedo, conde de Monterrey, octavo virrey de la Nueva España.

Era aquella, la primera ocasión que un representante directo de la Corona Española, visitaría estas tierras, famosas ya por el rico mineral extraído de sus minas y por haber sido el sitio don Bartolomé Medina –metalurgista sevillano– practicó por primera vez el sistema de amalgamación o de patio, con el que revolucionó la minería novohispana. Una deliciosa descripción de autor anónimo procedente de aquellos años –frecuentemente invocada por los historiadores– permite saber que el “Real de Tlahuelilpa” –hoy asiento de Centro Histórico de Pachuca– tenía una población aproximada de 3 mil habitantes, en su mayoría trabajadores de las minas –que se movían con mucha facilidad de acuerdo a las bonanzas metalíferas– y se señala que había entre sus habitantes un crecido número de criollos y españoles, así como un genovés y cuatro portugueses, el resto eran indígenas otomíes y mexicanos y agrega de manera puntual:

“Está este asiento entre ambos cerros (La Magdalena y San Cristobal), en las quebradas de ellos, y en lo más llano…. La tierra de este real es muy fría, seca y airosa, no tiene río, sino un arroyo que procede de las aguas llovedizas y baja de los montes por sus quebradas, corriendo de Norte a Sur, con el mueles los ingenios de la labor de los metales… Las minas son de las mejores que hay en este reino de la Nueva España, pues habiendo mas de 50 años que se labran, descubren más plata.

La población de este asiento será de doscientas casas y algunas están apartadas de las demás como a tiro de arcabuz, todas son buenas, aunque bajas y sin aposentos altos ninguno; las paredes son de adobes, cubiertas de terrados y otras de tejamanil. Hay aquí unas casas reales en las que de ordinario asiste la justicia. No tiene escudo de armas, privilegio ni merced particular de su majestad, pertenece a la jurisdicción de la Ciudad de México y su chancillería, gobiérnese por un alcalde mayor, que provee el virrey con 300 y 75 pesos de a ocho reales de salario por cada año…”. La visita del virrey Zúñiga y Acevedo se encuentra pormenorizada en un documento que obra en el Archivo General de Indias (Exp, 58-3-13) en el que se señala la intención del alto funcionario español, para cerciorarse de manera personal sobre la situación que prevalecía en la explotación de las minas de esta comarca, aquejadas por la falta de trabajadores, derivada de las deficiencias experimentadas en los repartimientos forzosos de trabajadores, que por una parte daban pábulo a maltratos físicos y económicos a los habitantes de indígenas de los pueblos de la región y por la otra, acerca de la gran evasión de muchos de ellos, a fin de no someterse al trabajo minero, considerado ya por fray Toribio de Benavente (Motolinía) en su libro Los Indios de la Nueva España, como doceava plaga que se sufría en América.

En el propio expediente consta que al regresar a la Ciudad de México –al día siguiente– proveyó una vista de inspección general a todas Congregaciones Mineras de la Nueva España, a efecto de tomar inmediatas medidas, para restablecer el trabajo en los fundos “hundidos” por la falta de operarios. Este tema motivó muchos desencuentros entre los historiadores, en virtud de que fue a lo largo de los 300 años de dominación, tema de diversas controversias, pues la humanización en el trato a los indígenas sujetos a reparto, mejoró poco a poco las condiciones de su servicio, lo que fue apreciado y resaltado por Humboldt, en su Ensayo Político del Reino de la Nueva España.

Llegó el virrey al filo de las 12 del día, tras siete horas de viaje, enseguida se dirigió a la Plaza Mayor –hoy De la Constitución– donde se encontraban las oficinas del Oficio Público –sede de la alcaldía mayor– donde recibió los honores debidos a su investidura y lugar donde explicó puntualmente, el objeto de su visita. Después de tomar un frugal refrigerio, se retiró a las oficinas del alcalde mayor, donde platicó con varios españoles y criollos dueños de minas, acerca del problema enfrentado por la falta de operarios para sus minas.

Aquella noche, el virrey pernoctó junto con su comitiva en el todavía denominado Real de “Tlahuelilpa”, hoy asiento del Centro Histórico de Pachuca, emprendiendo el camino de retorno a la capital del virreinato muy temprano – a las cinco de la mañana– siendo despedido dice el documento por un buen número de pobladores de esta comarca, que agradecidos le llenaron de regalos dignos de su alta investidura.

Así se efectuó a finales del siglo XVI la primera visita de un virrey a estas tierras, reconocidas entonces por la gran riqueza y celebridad de sus minas de plata, esa misma con la que se financió el que la historia de España, reconoce como “el Siglo de Oro de las Letras Espáñolas”.

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