Policía amorosa
 
Hace (51) meses
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Una llamada le cambió la vida a una mujer en Tulancingo. María recibió un telefonema de su tía, que estaba en la casa cuidando a su padre, un hombre mayor, y a su nieto, un bebé de un año de edad. La llamada de la tía le preocupó a María porque le pedía que buscara a la policía, ya que dos delincuentes intentaban entrar por la fuerza a la vivienda.

María salió de su trabajo corriendo y en el trayecto encontró a unos oficiales, a quienes les pidió apoyo.

Cuando llegaron a la casa, los dos hampones, que portaban armas, al verse descubiertos se enfrentaron con los policías, hubo intercambio de disparos y luego de algunos minutos los delincuentes fueron sometidos.

Ya detenidos los sujetos, ocurrió algo que puede parecer sacado de un cuento de fantasía.

Resulta que los malvivientes, rateros, malandros y todos los calificativos que usted quiera ponerles, que fueron sorprendidos tratando de entrar a una casa, no me imagino que a saludar a los que ahí viven, y que además al llegar la policía se enfrentaron con ellos a balazos, después de la detención, le dijeron a María algo que ella jamás pensó que podría escuchar.

Los oficiales que resultaron ser integrantes de la Guardia Nacional, le comentaron a María que debido a que no se había cometido el asalto, que si era suficiente con que le ofrecieran una disculpa, a lo que María se negó, incluso ofreció ir al ministerio público para hacer la denuncia, pero de plano no la escucharon y dejaron ir a los delincuentes e incluso les devolvieron las armas, con las que antes les habían disparado, ¿pueden creerlo?

Los elementos  que resultaron de la Guardia Nacional no solo no  detuvieron a los rateros, sino que también les regresaron las armas  y todo parece indicar que a los balazos se debe de responder con buena voluntad y ya nada más faltaba que se despidieran con un beso.

Ni el hecho de haber sido agredidos con armas de fuego, fue motivo suficiente para entregarlos al ministerio público para que hiciera su trabajo y los acusara por portación de arma de fuego.

María no podía dar crédito a lo que estaba pasando.

Unos delincuentes que los encontraron tratando de robar una casa, que llevaban armas, que hicieron dispararon contra la policía y solo los iban a castigar obligándolos a pedir una disculpa.

Nada más faltaba que les llamaran a los padres de los hampones para acusarlos y que no lo volvieran hacer y seguramente les recomendarían a los progenitores de los delincuentes que les aplicaran un castigo ejemplar, una buena reprimenda, quizá un chanclazo y mandarlos a su cuarto sin cenar.

María estaba indignadísima y se preguntaba ¿a quien chingados pueden recurrir los ciudadanos cuando son víctimas de un delito?  Llamar a la policía parece que no es buena idea porque los rateros fueron tratados con toda amabilidad, los dejaron en libertad, se fueron muy quitados de la pena y ahora pueden seguir cometiendo sus fechorías, al fin que hagan lo que hagan siempre tendrán la posibilidad de con solo pedir una disculpa, todo quede olvidado ¡qué huevos!

Pero la historia no terminó ahí, la tía de María, por el tremendo susto, primero al ver como unos delincuentes intentaban entrar a su casa donde ella estaba con dos personas vulnerables y luego el coraje al darse cuenta de que ahora están mas desprotegidas con esos malvivientes ya en la calle libres para seguir cometiendo sus atracos, sufrió un infarto que la llevó al hospital.

Palabras más, palabras menos.

A un año de la tragedia de Tlahuelilpan, durante la ceremonia para recordar a las victimas de la explosión del ducto, las familias ahí reunidas comentaban que, si bien agradecían los apoyos recibidos, más agradecerían que se crearan fuentes de trabajo en la región, porque los jóvenes no tienen dónde emplearse y así es bien difícil salir de la pobreza.

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