Pioneros del Cine en Pachuca
 
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La invención del cinematógrafo fue patentada por los hermanos Louis y Auguste Lumière el 13 de febrero de 1894, aunque la primera demostración de su invento se realizó el 22 de marzo del año siguiente, en una sesión de la Sociedad Nacional Francesa de Fomento Industrial, y fue hasta el 28 de diciembre de 1895 cuando se realizó la primera exhibición pública de su invento, en un salón del Gran Café, ubicado en el 14 del bulevar Capuchinas, en París. La película exhibida ese día fue la salida de los empleados de la fábrica Lumière, del total agrado de aquel selecto grupo de invitados, testigos entusiastas del invento que revolucionó el arte y la ciencia del siglo 19 y, desde luego, de las dos siguientes centurias, incluyendo la que corre en nuestros días.
En México fue la noche del 6 de agosto de 1896 –ocho meses después– cuando el presidente Porfirio Díaz, su familia y miembros de su gabinete presenciaban asombrados las imágenes en movimiento que dos enviados de los hermanos Lumière proyectaron en uno de los salones del Castillo de Chapultepec. Poco después, el asombroso invento se presentó al público, el viernes 14 de agosto de ese mismo año, en el sótano de la droguería Plateros, en la calle del mismo nombre (hoy Madero) de Ciudad de México.
Cinco años más tarde, el señor Camilo Santillán instaló la primera sala cinematográfica en Pachuca, según el maestro Teodomiro Manzano; la primera exhibición se realizó hacia mediados de 1901, en un “jacalón”, situado al sur de la plaza de la Independencia, aún no engalanada con el majestuoso reloj –que empezaría a construirse tres años después–; el acceso para aquella pionera función cinematográfica fue de 5 centavos por silla y 10 para los espectadores acomodados en bancas, las “vistas” exhibidas fueron Llegada de un Tren a la estación de Ciotat, Salida de las fábricas Lumière y un breve gag, adaptado de una tira cómica intitulado El regador regado, El Jacalón se quemó a mediados de 1902, pero inauguró una larga y fructífera etapa en la historia del séptimo arte en la ciudad.
En los años siguientes, aunque las salas cinematográficas exhibían películas rodadas en Francia, Inglaterra y Estados Unidos, los dueños se propusieron también incluir rodajes locales a fin de atraer al mayor número de espectadores, de modo que fueron muchos los empresarios que incursionaron en el terreno de la filmación, tal es el caso del pachuqueño Enrique Rosas, quien al mismo tiempo que se asociaba con los hermanos Pastor –Juan y José– para alquilar como sala de cine los días jueves la sala del gran teatro Bartolomé de Medina, se dispuso a rodar varios documentales con su cámara cinematográfica.
Las dos primeras cintas cinematográficas levantadas por don Enrique Rosas se estrenaron el jueves 25 de mayo de 1905; la función fue, a decir de los comentarios registrados en el periódico el Heraldo (Año III, número 146, del 28 de mayo de ese mismo año), un rotundo éxito; para ellas, Enrique Rosas realizó para una tomas de la hacienda de Loreto en pleno trabajo y para la otra filmó escenas de El jardín de la Independencia, vistas que fueron admiradas por más de 300 espectadores, que pagaron 15 centavos por cada luneta y 30 por un asiento en los palcos.
Por desgraciam aquellos documentales se perdieron y solo se les conoce gracias a los carteles publicitarios y a la referencia que de ellos hizo la prensa de la época; sin embargo, bien pueden deducirse algunos detalles importantes, por ejemplo, en el caso de la hacienda de Loreto los espectadores pudieron observar, los distintos pasos en la aplicación del sistema de amalgamación o de patio que descubriera en Pachuca Bartolomé de Medina en 1554, procesos que más tarde serían relevado por el de cianuración un año después de aquella toma, fue traído por la empresa norteamericana explotadora de minas.
Por lo que se refiere a las vistas del Jardín de la Independencia, estas seguramente captaron la cimentación del monumento a la Independencia, mejor conocido como Reloj de Pachuca, que sería inaugurado cinco años después, asimismo, debió admirarse el ajetreo citadino de la porción más comercial de la ciudad. Es seguro que muchos de los espectadores que acudieron a la sala del teatro Bartolomé de Medina para admirar las escenas levantadas por Rosas fueran también actores involuntarios de aquel filme; como complemento de aquellas vistas en esa misma función se exhibió el regador regado y diversas escenas de la ciudad de París.
En 1906, según señala el maestro Teodomiro Manzano, don Enrique Rosas se asoció con el fotógrafo José Bustamante y Valdez, con quien nuevamente alquiló la sala del teatro Bartolomé de Medina y con él continuó su trabajo como cineasta al filmar sitios como San Miguel Regla, el convento de Actopan y las pirámides de Teotihuacán.
La profesionalización del que sería denominado séptimo arte desplazó pronto a los pequeños productores como Rosas y Bustamante, quienes tuvieron que conformarse con ser simplemente empresarios de las salas donde comenzaron a exhibirse las películas de guion, en las triunfarían artistas como Mary Pickford, Buster Keaton y otros muchos más.
Ha pasado ya más de un siglo de aquellos primeros pasos del cine, a lo largo de los cuales la evolución de los filmes ha sido impresionante, al igual que el de las salas cinematográficas, hoy casi desaparecidas gracias a la posibilidad, de poder disfrutar los rodajes en la propia comodidad de nuestra casa.
La toma que ilustra este artículo corresponde a la salida de una matiné dominical, el popular de cine Pineda, en el año de 1931.

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