Partidos ricos y país pobre
 
Hace (51) meses
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Poder conservador (INE) vs Alteza Serenísima (AMLO)
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La posibilidad más viable para reducirles a los partidos políticos el 50 por ciento del dinero público se acaba de perder; fue en una votación dividida en la Cámara de Diputados el pasado 12 de diciembre. El tema es viejo, las tesis se han discutido de forma amplia, la percepción ciudadana sobre los partidos es muy negativa, pero la realidad es que no hay acuerdo en la clase política sobre qué hacer con el dinero en la política.

Con una visión calculadora, los partidos se encargaron de colocar la fórmula de su financiamiento en el artículo 41 de la Constitución, por lo cual una reforma necesita el voto de las dos terceras partes en las cámaras del Congreso. No sobra decir que este es el único recurso económico garantizado constitucionalmente. El resultado es que la aplanadora de Morena, que propuso la reforma, no pudo sacarla adelante. Solo consiguió 274 votos y tuvo en contra 207. La coalición que suele votar con Morena en la agenda legislativa, se rompió: el PT y los verdes se fueron al bloque opositor del PAN, PRI, MC y PRD y el proyecto reformador de los morenistas, perdió.

Las tesis a favor de la reducción son muy atendibles. Desde que se institucionalizó el gasto público como predominante a partir de la reforma electoral de 1996, se ha observado que los partidos disponen de una gran cantidad de recursos públicos. Desde esta modificación hasta la reforma de 2007, el mayor gasto de los partidos —alrededor de un 70 por ciento— se destinó a la compra de tiempos en radio y televisión. Con el cambio en el modelo de los tiempos del Estado los partidos ya no tuvieron ese gasto y todo se concentró en maquinarias electorales y mercadotecnia, hubo un enriquecimiento de los partidos.

Las tesis en contra de la reducción de los recursos han apuntado al argumento de que la política partidista no debe estar sometida a intereses particulares, porque puedan financiar a los partidos con el objetivo de ganar obras, proyectos y agendas a su favor, como el emblemático caso de la empresa brasileña Odebrecht que financió ilegalmente a candidatos y partidos en todo el continente. A esa tesis se le puede añadir que los partidos que perdieron en 2018 tuvieron una baja considerable en sus ingresos, porque la mayor parte del financiamiento depende del porcentaje de votos obtenidos, y lanzaron la tesis de que el gobierno de AMLO los quiere debilitar quitándoles el 50 por ciento de los recursos.

En el contexto de la 4T y de las políticas de austeridad del actual gobierno, era esperable una iniciativa de austeridad para los partidos, a la que se suman una serie de demandas difusas para reducir el dinero a estas desprestigiadas organizaciones. El aprecio ciudadano por los partidos está por los suelos desde hace tiempo y como un fenómeno globalizado. En nuestro país el problema de legitimidad partidaria está atado a un fenómeno que se conoce como la partidocracia: un encierro de la clase política que se distanció de la ciudadanía y puso en operación pactos de impunidad. Una parte importante del realineamiento electoral de 2018 se generó por la necesidad de romper con esos pactos.

Además, hoy llama la atención la decisión de la dirigente de Morena, Yeidckol Polevnsky, que se fue más allá de la meta de la reforma y propuso que el partido gobernante renuncia al 75 por ciento del dinero público en 2020, con lo cual el financiamiento de Morena quedará por debajo del que tendrán los partidos de oposición. Extraña decisión que bien se puede enmarcar en la obsesión de esta dirigente para mantener la presidencia morenista. Más papista que el Papa. Es previsible que este recorte se sume a los conflictos que enfrenta Morena para renovar a su dirigencia.

En suma, por lo pronto los partidos políticos ganaron la batalla de quedarse con todos los recursos, que para el próximo año sumarán un monto de 5 mil 239 millones de pesos. Así, frente a una burocracia empobrecida, un INE recortado y una austeridad generalizada, los partidos seguirán gozando de una buena tajada del presupuesto, al que no se le podrá tocar ni un centavo. Don dinero partidista ganó y los objetivos de austeridad en la política tendrán que esperar otros tiempos…

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