Para leer sin dolor
 
Hace (57) meses
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Redacción sin dolor es un libro del profesor Sandro Cohen, editado em 1994, con seis ediciones y múltiples reimpresiones y más de cien mil ejemplares adquiridos por estudiantes de ciencias de la comunicación de innumerables universidades e instituciones de educación superior.

En muchas ocasiones surgen preguntas, de quienes desean aprender a redactar, sobre los títulos de obras para aprender a redactar, y se han topado con la dificultad de que es difícil o tardado conseguirlos en algunas librerías.

El libro Redacción sin dolor es muy fácil de leer y asimilar, basta con iniciar la lectura en la “Introducción para escépticos y entusiastas”, en la que inmediato mete de lleno al lector en la materia:

“Hay ciertos términos que de inmediato provocan escozor. La palabra redacción es uno de ellos. Mucha gente cree en lo más íntimo de su ser que está en deuda con su propio idioma. Ha cursado la primaria, la secundaria y muchas veces hasta la preparatoria y la universidad, pero intuye que ha fallado en una cuestión fundamental: no aprendió a expresarse bien por escrito.

“Para empezar, es necesario eliminar todo sentimiento de culpa. Si el problema se halla tan generalizado, será porque la política educativa no otorgó la importancia debida al idioma español; a su sintaxis, ortografía y puntuación.

“En algún momento difícil de precisar, probablemente en los años 60, los encargados de la educación decidieron que estas tres disciplinas eran minucias que debían pasar a segundo o tercer plano. Así, el idioma empezó a descuidarse en las escuelas.

“El primer paso para reconquistar la lengua castellana consiste en reconocer lo que considero como dos verdades: que sí es importante saber redactar bien y que cualquiera puede aprender a hacerlo si se lo propone.

“Se hace hincapié en estos dos puntos porque muchas personas no lo creen así. Piensan que la buena redacción compete únicamente a los escritores, los periodistas y los maestros de escuela.

“Gracias a algún mecanismo de defensa, quienes opinan de este modo están convencidos de que no hay problema si los recados, cartas, mensajes, pedidos, reportes, informes y memorandos que escriben cotidianamente están redactados de manera confusa. Si alguien les señalara que tal o cual palabra no se escribe así, o que emplean mal los gerundios, responderían sin pensarlo: “Pero tú me entiendes, ¿no? Eso es lo importante”. Tal vez, ¡pero ¡quién sabe! ”.

Nota importante: el libro puede descargarse gratis en pdf. Vale la pena intentarlo.

Comparto un texto de Sandro Cohen, publicado en 1994 que siempre será de actualidad: ¿Filosofía o gramática?

“Cada vez que debo concentrarme en las minucias de cómo hablamos y escribimos, termino preguntándome si los signos de puntuación pertenecen al reino de la filosofía o de la gramática. El dilema surge precisamente cuando estudio cómo pasamos del lenguaje hablado al escrito.

“La observación más obvia al respecto es la ausencia de signos de puntuación en el lenguaje hablado. Nadie dice:

“Oye-coma-José Luis-coma- se abre signo de interrogación-qué hora es—se encierra signo de interrogación-comillas-punto”.

“Cuando hablamos, nuestras ideas giran vertiginosamente. Supongo que esto ocurre en el cerebro, y debemos pescarlas y ordenarlas antes de abrir la boca. Pero sabemos que las cosas no suceden así. Con frecuencia nuestro torbellino cerebral se convierte en otro verbal que, una vez liberado, se convierte en aquello que decimos y que nuestros amigos, compañeros, jefes y subalternos deben soportar estoicamente o-en su caso – gozar si somos adeptos en la tarea de organización verbal instantánea. La mayoría no lo somos. “La primera dificultad que debemos enfrentar al escribir es decidir qué hacer con ese puntito redondo, que es el arma más pequeña de todo el arsenal a nuestra disposición. Será la más pequeña, pero es la más poderosa. Se supone que el humilde punto debe erigir las vallas de contención que organice la procelosa marea de nuestras ideas. A la izquierda de un punto va una idea. A su derecha, va otra. Haga usted la prueba: busque cualquier punto en este escrito y vea si lleva dos ideas a caballo.
“ ¿Pero en qué consiste una idea? He aquí donde todo el proceso se enturbia y es entonces cuando me pregunto con toda seriedad, si la puntuación es asunto de la gramática o de la filosofía.
Con todo y que el punto y coma (;) y los dos puntos (:) son más aparatosos, son facilísimos de explicar una vez que se haya comprendido cómo manejar el signo más escurridizo: el minúsculo punto. Y la coma, que da infinitos dolores de cabeza a los aprendices de redactor, se puede enseñar con relativa sencillez con una sola condición: que se haya comprendido dónde demonios va el punto, y por qué. Para que eso ocurra, tenemos que comprender qué es una idea, donde empieza y dónde termina. Además, es necesario saber qué relación existe entre ellas. ¿Filosofía o gramática? “Tengo años toreando puntos y comas, pero no sé si a alguien más le interesa. ¿Estoy solo aquí? Envíen sus ideas, con o sin puntos, a [email protected].”.

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