Pachuca es caballo Segunda y última parte
 
Hace (46) meses
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Juan Martínez, un minero pachuqueño que bebía en una mesa de la piquería La India, decidió enfrentar en una partida de cubilete a Genaro González, el Guanajua; se levantó y desafiante y se dirigió a la barra mientras le decía: “órale, vale, yo le entro”. El Guanajua le miró de pies a cabeza, observando su abigarrado atuendo –un muy viejo pantalón lleno de parches con diferentes colores y una camisa desteñida debido a las múltiples visitas al lavadero público, y le dijo “¿trais dinero o vas rifar tu pantalón, compa?”, pero el Pachuco solo le respondió: “Aquí nos vamos a jugar la vida y no el maldito dinero que solo disfrutan los ricos o los gringos”, tras lo que los parroquianos lanzaron vítores en favor de aquel osado trabajador de la mina La Zorra. Antes de empezar, acordaron las reglas que habrían de observar y convinieron que jugarían a tres tiros por bando y uno último “de caballeros”.

En absoluto silencio se inició el juego. Solo se escuchaba el seco golpe de los dados en el vaso y su rodar en el mostrador. Inició el Guanajua que en un solo lance dejó dos ases y dos reyes, que combinados hacían cuatro ases, Juanillo no superó el tiro y el Guanajua se llevó la primera ficha.

En el segundo, Genaro dejó una estela de números en su primer tiro, dos dieces y dos nueves: “treinta y nueve matan, vale”. Juan tampoco pudo superar aquel tiro y Genaro se adjudicó la segunda ficha.
Volvió el guanajuatense a poner tiro. Dos damas en su primer tiro, al que se unieron tres ases, en el segundo, “caballo”, gritó el Guanajua lleno de júbilo, “ni el cuero pierdo”, agregó. El Pachuco desconcertado, se irguió lleno de ira, ¿qué es eso?, le dijo, ¿y si te lo mato? Genaro respondió: Que pasó vale, esto es “caballo”, son cinco ases, esa es la regla de mi tierra y aquí te jodes. La reyerta estuvo a punto de iniciarse, pues unos alegaban el respeto a esa regla, mientras que otros argüían que el tiro podía ser superado. El Pachuco puso fin a la discusión; está bien, le dijo, “aista su ficha”. Para ese momento Genaro acumulaba tres fichas en clara ventaja.

Calmados los ánimos, Genaro realizó su siguiente tiro, dos reyes en la primera oportunidad, a los que agregó uno más en la segunda, fue su postura. “Natural”, dijo a su contrincante, o sea que aceptarían combinaciones. El Pachuco se escupió la palma de las manos, las frotó y metió uno a uno los dados; en su primera oportunidad dejó sobre la mesa solo un par de dieces, metió uno a uno, los dados restantes, agitó el cubilete y lo dejó caer sin destaparlo de inmediato, sorbió primero lentamente un poco de pulque de su catrina y enseguida dejó al descubierto su tiro, un dado correspondía a otro diez y los otros eran dos reyes, “full” gritaron los simpatizantes del Pachuco, que ganó su primera ficha.

El quinto lance fue iniciado por Juanillo, dejó sobre la mesa en dos oportunidades tres ases; “natural”, le dijo a Genaro, y este asintió con una leve sonrisa. Un “full” de damas con cabecera de reyes en el primer tiro dejó estupefacto al pachuqueño, que sorbió nerviosamente de su catrina. “Ya no quiero”, dijo el Guanajua, a la vez que entregaba las tres fichas que había acumulado y se dispuso a lanzar el tiro de “caballeros”.

El primer tiro fue una tercia de reyes, pero estaba obligado a lanzar tres veces; en su segunda no aumentó su tiro inicial, pero en la tercera aparecieron dos nueves, “full”, gritó animado y lo corearon sus partidarios, que veían ya rodar la cabeza del pachuqueño, que sí logró en dos tiros superar el de su contrario y se adjudicó la segunda ficha. Volvió a escupirse las manos, para después frotarlas, metió uno a uno los dados y lanzó con parsimonia su tiro, el resultado fue desastroso, no hubo en su primera par alguno, los dados eran todos diferentes, la gritería se dejó escuchar, pero el Pachuco alzó la mano y grito, “Caballo” esto es “Caballo”.

¿Qué?, atajó el Guanajua furioso. “Pus qué, es caballo”, dijo Juan. ¿Cómo va a ser caballo?, ¿si no hay un sólo par?, señaló Genaro. Precisamente por eso, respondió Juanillo, todos los dados son diferentes y sacar eso en un solo tiro “sta re’difícil” y, aquí la regla, que es caballo y a mí me das otra ficha. La discusión se generalizó. El Juanillo levantó la mano en señal de silencio y le dijo, “mire, vale”, tan difícil es sacar su tiro de cinco ases compuestos como otro en el que todos los dados sean diferentes. Tírele cinco veces y si le sale igual que este en una sola tanda pos… nomás ya perdí, pero si no, me lo acepta. Hubo un silencio expectante. Va, exclamó el guanajuatense, que no pudo en ninguna oportunidad obtener tal resultado, siempre hubo par o tercia y hasta póquer. Al finalizar, el Guanajua le dijo, ni hablar, vale, asté ganó, ¿y cómo le va a poner a este tiro?, Juanillo se quedó pensando un momento y después le respondió: “pos, Pachuca”, igualito a mis remiendos de todititos colores.
¿No crees?

Los parroquianos, ya calmados, soltaron sonoras carcajadas. La partida se interrumpió, pues los contrincantes no quisieron continuarla, alabándose mutuamente por el valor de cada uno, mas la proeza de aquel minero pachuqueño, humilde y bizarro pasó a la historia de la barriada, y poco a poco se hizo famoso el tiro de dados diferentes, que siempre se grita sonoramente como “PACHUCA ES CABALLO”.

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