Octavio Paz en Pachuca
 
Hace (35) meses
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El pasado 31 de marzo se conmemoró el aniversario centésimo cuarto del natalicio de Octavio Paz, un mexicano excepcional y verdaderamente universal, ganador en 1990 del Premio Nobel de Literatura, único mexicano hasta hoy merecedor de esta emblemática presea. Hijo de Josefina Lozano y Octavio Paz Solórzano, simpatizante y decidido colaborador de Emiliano Zapata y nieto de Irineo Paz –un viejo soldado liberal del periodo porfirista, que incursionó en los terrenos de la historia y la novela.
Estos dos personajes dejarían en don Octavio, profundos recuerdos y enseñanzas, pero ante todo la capacidad de reflexionar ante ideas encontradas en un mundo maniqueo, como el del México de la primera mitad del siglo XX, condición que se reflejaría tanto en su obra ensayística, como en la poética, así se revela en su canción mexicana cuando escribe:

Mi abuelo, al tomar el café,
Me hablaba de Juárez y de Porfirio,
Los zuavos y los plateados.
Y el mantel olía a pólvora.
Mi padre, al tomar la copa,
Me hablaba de Zapata y de Villa,

Soto y Gama y los Flores Magón.
Y el mantel olía a pólvora.
Yo me quedo callado:
¿De quién podría hablar?

Pero Paz sí habló, habló de México y de los mexicanos, habló de su visión de este país a mediados del siglo veinte en su obra más importante El Laberinto de la Soledad y habló de algunos mexicanos de manera singular en diversos ensayos, como en el caso de Sor Juana en su ensayo Las trampas de fe o de López Velarde en Cuadribio. México estuvo presente y de él habló, en gran parte de su obra poética —15 volúmenes— al igual que sus ensayos contenidos en 28 títulos. Paz fue el tracuilo, el mensajero de México y los mexicanos.
Inquieto y rebelde, Paz participó activamente en la Guerra Civil Española, donde terminó por abrazar los postulados del comunismo marxista y leninista, que años después rechazó al conocer la situación de los Gulags y los horrores de la política totalitaria de Stalin, actitud que le atrajo la enemistad de muchos hombres de izquierda, socialistas a ultranza y marxistas trasnochados.
Digna de todo elogio fue su actitud en 1968, ante los sucesos de Tlatelolco, al renunciar a la embajada de México en la India como protesta contra la actitud del presidente Díaz Ordaz, sin embargó tampoco esta conducta satisfizo a sus detractores, que se volcarían en su contra cuando apareció en diversas series televisivas a través de las cuales dio a conocer su particular visión de la historia y la cultura mexicana, pero ante todo el afán objetivo de abordar los problemas de un país, manipulado por las huestes gubernamentales y despreciado desde la clandestinidad por los entonces pauperismos organismos de izquierda o derecha todo con el afán de generar clientelismos políticos que les permitirían a unos conservarse en el poder y a los otros acceder a él, Paz estuvo siempre en el vórtice de ese huracán de la aviesa política mexicana.
Octavio Paz nunca estuvo oficialmente en Pachuca, ignoro si la conoció siquiera, pero lo que si se es que fue tema de largas conversaciones, discusiones y disquisiciones entre muchos hidalguenses; recuerdo una agradable velada en la entonces Biblioteca Central de la Universidad de Hidalgo, organizada por Arturo Herrera Cabañas, en la que se suscitó una acalorada discusión entre el doctor Pedro Espínola Noble y el profesor Rafael Cravioto Muñoz, cada uno al frente de un grupo de alumnos, en la que el tema abordado, fue precisamente sobre El Laberinto de la soledad, aparecido a principios de los 50.
Ese ensayo, era a decir de Rafael Cravioto Muñoz, el mejor trabajo sobre México y los mexicanos, en tanto Espínola Noble se pronunciaba en favor de otro estudio de la misma naturaleza El perfil del hombre y la cultura de don Samuel Ramos —publicado en la colección Austral en 1934—; aquella acre discusión propició algo muy importante, que muchos de los jóvenes de entonces leyéramos a Paz y nos diéramos cuenta de su tesis filosófica y de la congruencia y lógica de sus apreciaciones.
La aparición de Posdata, continuación del Laberinto de la soledad, nos permitió a los espectadores de la primera conferencia, ser actores ahora de otra interpretación emanada de los nuevos conceptos de aquella obra, actualizados al periodo 1969-1974, la convocatoria en esta ocasión, provino del entusiasta grupo Masónico de los AJEFS “Asociación de Jóvenes Esperanza de la Fraternidad”.
La cita fue en el pequeño auditorio de la Cámara de Comercio, situado en la segunda calle de Hidalgo. Después de escuchar la participación de don Alfonso Sierra Partida y la del Doctor Pedro Espínola, se generó una lluvia de comentarios, todos en torno a las reflexiones que Paz formula en el Laberinto de la Soledad, que como obra fechada, retratan el estatus del país en 1950 en tanto que Posdata lo hace con la situación prevaleciente alrededor de 1969 y desde luego hubo unánime condena al proceder de Díaz Ordaz en 68.
Fue así como Octavio Paz llegó a través de estas dos actividades académicas a Pachuca y seguramente así lo hizo a otras muchas partes del país. Paz, dijo Carlos Monsiváis, se convirtió en la conciencia de México, pero fue una conciencia libre, que permitió interpretar sus reflexiones de muy distintas maneras. Paz, señaló Carlos Fuentes, no fue un profeta del futuro de México, pero sus vaticinios fueron de lo más acertado. Ojalá y sus predicciones sobre el provenir de México se cumplan en bien del país y de sus habitantes.

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