Nuestras ciudades
 
Hace (16) meses
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Juan Villoro
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El arquitecto Felipe Leal organizó en El Colegio Nacional un ciclo de conferencias donde se analizó el destino de varias ciudades mexicanas. Resumo temas tratados y aporto algo de mi cosecha. La cuestión es demasiado importante para dejarla en manos de los especialistas. Las ciudades son “geografías voluntarias”, como las llama Luis Fernández-Galiano, director de la revista Arquitectura Viva. De un modo u otro, todos contribuimos a esa voluntad.

Ahí cristalizan dos dimensiones temporales: la costumbre y la memoria. La narrativa urbana deriva del modo en que el pasado se vive en el presente.

Cada espacio responde a una lógica propia. La de Monterrey, por ejemplo, consiste en innovar. Creada en torno al fuego de La Fundidora, debe su carácter a la transformación continua. Sólo ese permanente espíritu pionero explica logros como el canal Santa Lucía, un río inventado en tierra seca, o audacias no siempre justificables, como la Macroplaza, versión urbana de las Galerías El Triunfo, donde las más diversas esculturas se mezclan en un batiburrillo de bazar.

Tijuana tiene una identidad híbrida y vive de la mezcla; no en balde ahí los burros se pintan como cebras. Estigmatizada como una “Disneylandia para adultos”, donde los gringos buscan vicios y medicinas sin receta, es una de las ciudades más creativas del país, capaz de convertir los desechos en material de adorno y construcción.

¿Hasta qué punto Mérida conserva un sello propio? La Ciudad Blanca ha sido tan independiente que ahí las galletas Marías se llaman Alicias. En su origen, tuvo mayor relación con La Habana y Nueva Orleans que con el resto del país. Sin embargo, la llegada de nuevos pobladores y su éxito como ciudad en crecimiento provocaron el surgimiento de edificios que acaso no le corresponden, como el nuevo centro de convenciones, aerolito que arrasó una manzana de casas con porche y balcón y donde sólo quedó en pie la que vio nacer a mi madre.

El desafío de preservar y construir ciudades ocurre en condiciones sociales muy precisas. De acuerdo con el Reporte Mundial de Desigualdades de 2021, en México el 10 por ciento de la población acumula el 79 por ciento de la riqueza. El peso de la élite resulta aún más dramático si se toma en cuenta el Informe de Desigualdad elaborado por Gerardo Esquivel para Oxfam México: el uno por ciento más acaudalado es dueño del 21 por ciento de los recursos.

¿Cómo edificar en un país tan segmentado? Los arquitectos se someten a la doble presión del capital y los gobiernos locales. Sólo con el surgimiento de amplios sectores de clase media se unifica una ciudad. La transformación de Barcelona en las Olimpiadas de 1992 fue posible gracias a la nivelación social conseguida años antes por el gobierno del PSOE. Uno de los objetivos de la izquierda democrática debería ser el de fortalecer la clase media. Fue lo que Lula se propuso en su primer mandato, en el que cerca de 30 millones de brasileños salieron de la pobreza.

Otro tema esencial es a qué tamaño debe aspirar una ciudad. Rem Koolhaas define las urbes como las tallas de ropa: S, M, L, XL. La distinción es productiva porque hay ciudades a las que no les conviene pasar de una dimensión a otra. Por desgracia, no parece haber un plan maestro para limitar la expansión urbana en sitios que no deberían crecer. ¿Será posible que Irapuato, Celaya y León sigan idénticas a su espejo diario, como diría el poeta?

Todas nuestras ciudades tienen servicios deficientes, tráfico excesivo y escasez de agua. Además, si el entorno mejora se vuelve caro. Los barrios que merecen la palabra “gentrificación” expulsan a sus habitantes originales y poco a poco se convierten en baluartes de extranjeros (es el caso de Mérida, Oaxaca y de colonias como la Roma o la Condesa). ¿Es posible que una zona prospere sin cambiar de inquilinos? ¿No sería ése el principal objetivo urbano?

Para rematar el tema, hay que hablar de inseguridad. El crimen organizado se ha infiltrado en casi todas las administraciones y, según la UIF, el 14 por ciento del lavado de dinero se hace en el ramo de la construcción.

Este revuelto panorama no ha liquidado las culturas locales. En Echar raíces, Simone Weil comenta: “De todas las necesidades del alma humana ninguna es más vital que el pasado”.

La arquitectura y el urbanismo enfrentan el urgente desafío de construir el porvenir del pasado.

ÁTICO

En las ciudades cristalizan la costumbre y la memoria. Preservarlas y construirlas depende de condiciones sociales precisas.

Juan Villoro

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